70 años de la liberación de Auschwita psdadazMarianne Granat: “Cuando llegué al campo de concentración, pensé: ‘¿Cómo voy a salir de aquí?'”

[ Aniversario] Auschwitz-Birkenau fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, pasando a ser uno de los principales símbolos del Holocausto en todo el mundo sco en 1979, pasando a del Holocausto en todo el mundo Después 70 años, la sobreviviente del Holocausto narró su historia y recordó duros momentos con frío, hambre y el olor a la muerte.

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Por Diandra Mejía tendencias@elsalvador.com

2015-01-27 12:00:00

Con una mirada serena, su voz entrecortada por el recuerdo y con mucha fortaleza interior, Marianne Granat, sobreviviente del Holocausto, dedicó unas horas para contar su experiencia en los campos de concentración nazi, un hecho doloroso para ella, pero que desea compartir a las nuevas generaciones para que la historia no se repita jamás.

“Quién iba a imaginar que en Europa del Siglo XX en la tierra de la cultura iba a pasar todo esto”, expresó esta sobreviviente.

Marianne Granat nació en Hungría, su padre, Geza Reiszmann, fue negociante de vinos y se casó con Marguerite Loebl, quien fue pianista y ama de casa. Esta pareja tuvo dos hijas, Marianne y su querida hermana Georgette.

En 1940 Hungría formó parte del eje de aliados de Alemania y, a partir de 1942, la situación se complicó significativamente para la comunidad judía que fue marginada y despojada de sus bienes y negocios, comenzando así las deportaciones a los “campos de trabajo”.

Marianne contó que con su familia tuvieron que salir de su pequeño apartamento.

“Los soldados alemanes nos sacaron y nos llevaron a una fábrica. Era el 6 de julio de 1944 cuando nos dijeron que saliéramos y fuimos a esa fábrica caminando, no sabíamos a dónde, solo nos llevaron junto con otras familias judías caminando y caminando”, expresó Marianne.

“Nos llevaron a un lugar desocupado cerca de Budapest, no sabíamos adónde nos llevaban. Esperamos en ese lugar seis días y luego vino un tren con soldados alemanes de la Waffen SS; nos dijeron vamos a ir a trabajar, cuando preguntábamos siempre nos decían: a trabajar, a trabajar”, detalló Marianne.

” A mí y a toda mi familia nos metieron en el mismo vagón, nos hacían preguntas y algunos los llevaban directamente a la cámara de gas”, recordó la sobreviviente.

Después de 48 horas de camino, Marianne llegó al campamento de Auschwitz, uno de los lugares más crueles del Holocausto.

“Al llegar al lugar nos separaron, hicimos columnas, las mujeres a un lado y hombres al otro. Luego nos dijeron que fuéramos a las duchas rápido y nos tiraron ropa, pero uno alcanzaba a ponerse lo que podía agarrar, una blusa, una falda, lo que fuera”, subrayó.

“Los primeros momentos fueron siempre muy horribles, al llegar al campo de concentración yo siempre pensé: ‘¿Cómo voy a salir de aquí?'”, puntualizó Marianne.

Ella no se olvidó también del olor a quemado que había en el lugar y de las espantosas noches en donde tenían que soportar los gritos de las personas que eran quemadas en la cámara de gas.

“Un día llegaron unos gitanos, ellos nos cantaron y bailaron, pero luego llegó un camión de la SS y se los llevó a la cámara de gas, no voy a olvidar esa noche”, expresó.

Esta sobreviviente también contó que ella tenía una voz privilegiada y le cantaba a su hermana y a sus otras compañeras para aliviar el dolor.

” Una de las soldados de la SS que nos cuidaba me oyó cantar y me dijo que fuera a su recamara a cantarle, yo iba siempre. Un día fui atrevida y le pregunté que son esos gritos que se escuchan y, ella, tranquilamente, me dijo: ‘Son los quemados'”.

El final de la opresión

El día en que Marianne Granat fue libre también está en su memoria y, aunque también fue doloroso, tuvo consuelo al final.

Ella recordó que los rusos estaban persiguiendo a los alemanes y estaban cerca de Auschwitz. A Marianne, a su hermana Georgette y a miles de mujeres las trasladaron de Auschwitz al campo de Ravensbrück, solo para mujeres, situado cerca de Berlín.

Para ese entonces ya se acercaba el final de la guerra. Los aliados avanzaron para cercar a los alemanes y estos decidieron abandonar los campos de exterminio y destruir la evidencia de las atrocidades cometidas, reubicando a los prisioneros en campos de Alemania y la frontera austriaca.

“Nosotras sentimos un gran alivio cuando nos dijeron que nos iban a trasladar porque en Ravensbrück no había cámara de gas, pero era igual de cruel”, añadió.

Así también recordó que para ese tiempo se dio una rebelión por parte de los judíos y en la que su padre participó.

“Había un grupo de judíos que manejaba la cámara de gas, pero se organizaron y se rebelaron. Tiempo después supe que mi padre estaba ahí y que no murió en la cámara de gas”, puntualizó.

Antes de la llegada de los rusos a liberar el campo de concentración, Marianne remembró sus últimos momentos, en donde vio morir a varias de sus compañeras aquejadas de enfermedades.

“Cuando nos trasladaron lo hicimos caminando, ya era invierno, caminamos más de 35 kilómetros bajo el frío y la nieve; sentía que se me iban a salir los ojos de las órbita. Muchas de las mujeres fallecían en el camino porque ya no tenían fuerza. En ese lugar no comíamos bien; yo a veces me escapaba a las recamaras de los SS para llevar un poco de comida, algo de queso y pan”, comentó.

De las 132,000 mujeres que pasaron por Ravensbrück, 92,0000 murieron. Miles más fallecieron en las Marchas de la Muerte, quienes sucumbían ante el cansancio o, si no podían seguir el paso, eran asesinadas. Marianne y su hermana lo lograron.

“Después de eso tuve que caminar como perrito porque no podía ponerme de pie”, eso fue muy horrible; (es increíble ver) hasta dónde llega la crueldad humana”, reflexionó.

El 1 de mayo de 1945 llegaron los rusos al campamento en donde estaba Marianne.

“Nosotras ya estábamos resignadas a morir, oíamos los aviones y helicópteros pasar, los alemanes se escondieron en sus búnquers y fue irónico ver a esos hombres crueles huir”, aseguró Marianne.

“Ya nos habían llevado a una cámara de gas, cuando nos liberaron fue un milagro porque de pronto se abrió la puerta, era una soldado de la SS que nos dijo váyanse, y salimos” recordó.

“Los rusos hicieron lo que pudieron, cuando nos liberaron nos dieron de la comida que ellos llevaban, a muchas les hizo daño porque tenían meses, años sin comer bien y también murieron. Gracias a Dios no nos hizo daño ni a mí, ni a mi hermana, porque cuando les decíamos que teníamos hambre con un fusil le disparaban a los pollos para que los comiéramos”, mencionó.

“La Cruz Roja nos dio un paquete para dos y esto era una suerte enorme porque cuando éramos dos una se ayudaba a la otra, cuando era así era más fácil escapar”, añadió.

Después de la liberación Marrianne Granat se erradicó en París, luego vivió 24 años en El Salvador, en donde nacieron sus hijos. Actualmente vive en Panamá.

“Algunas personas dicen que es mentira lo que pasó, pero no tenemos que repetir los errores del pasado. Yo seguiré hablando mientras siga viva”, finalizó Marianne.