Sepultan con honores a cabo del Ejército

Esposa del militar quedó ciega desde que él  sufrió un accidente cuando estaba en Iraq. Por la masacre del bus no hay ningún capturado.

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Familiares recibieron el Pabellón Nacional durante el sepelio del militar.

/ Foto Por Jorge Beltrán

Por Jorge Beltrán Luna

2015-08-06 5:32:00

Luego de caminar casi tres horas desde el cantón El Rodeo,  el cortejo fúnebre llegó pasada la 1:00 de la tarde al cementerio de San Pedro Perulapán, Cuscatlán.

El cabo Francisco García Mendoza fue despedido por familiares, amigos y compañeros de armas.

García Mendoza murió el miércoles anterior junto a tres personas más, luego de que un grupo de supuestos pandilleros atacaran a  balazos a todos los pasajeros de un autobús de la ruta 144.

Diez personas más resultaron con heridas de diversa gravedad, entre ellas dos hijas del militar, quienes se dirigían a su trabajo, en un mercado de San Martín.

Afortunadamente, las lesiones de las hijas de García Mendoza no fueron de gravedad por lo que ayer pudieron asistir a darle el último adiós a su padre.

Ayer, un coronel entregó la bandera nacional a la esposa de García Mendoza. Un grupo de soldados disparó 21 salvas como honras militares a su compañero.

“Andate en paz, sin pena” ¿Por qué le dijo eso?

Hilaria Mendoza, la esposa del militar asesinado repitió varias veces poniendo sus manos sobre el ataúd: andate en paz, andate sin pena. Lo único que me duele es que te hayas ido a la fuerza, si hubiera sido por una enfermedad estaría más tranquila, dijo la mujer.

Hilaria tal vez  dijo eso sobre el ataúd del marido porque en vida él se preocupaba mucho por su mujer, quien adolece de ceguera total como consecuencia del trabajo que su marido desempeñó en la institución castrense.

De acuerdo con Hilaria,  ella quedó ciega cuando mediados de 2005, vio llegar varios soldados a su casa. Ella presintió que no le llevaban buenas noticias de su marido quien en esos días estaba en Iraq, como parte del cuarto contingente del Batallón Cuscatlán.

La mujer se angustió tanto al ver a los soldados quienes, efectivamente, le llevaban una mala noticia, aunque no era que su marido hubiese muerto en aquel país.

Los soldados le dijeron que García Mendoza había sufrido un accidente de tránsito grave pero que él estaba con vida. Desde ese día, la mujer comenzó a perder la vista.

Al regresar, Francisco le comentó que un carro blindado en el que se desplazaban había volcado y le había caído encima, lo cual le provocó daños severos en un pulmón y en ambos riñones, lo cual le dejaría secuelas para toda la vida.

Hilaria no esperaba que su marido muriera asesinado. Combatió de principio a fin el conflicto salvadoreño de 1980-1992; combatió en Iraq… Ya estaba próximo a jubilarse.

Desde aquel accidente en Iraq, el cabo había venido sufriendo de insuficiencia renal, mal que se le iba agravando a tal punto que desde noviembre anterior casi solo pasaba en su casa.

Hilaria como el resto de su familia temía que la insuficiencia renal acabara con la vida de Francisco; tal vez era para lo que estaba preparada, no para que la violencia se lo arrebatara.

De hecho, el miércoles anterior, Francisco había madrugado a abordar el primer bus porque tenía una cita médica en el hospital Militar a las 7:00 de la mañana.

Ese día le harían una diálisis, es decir, para ayudar a su cuerpo a eliminar sustancias dañinas que su organismo no podía por sí solo por la falla de sus riñones.

Pero no fue así. La violencia le segó la vida como a tres más de sus vecinos.