Camina el Medio Oriente de horrores a horrores

Los patrones de las dictaduras son todos iguales aunque sirvan a extremistas religiosos, a sectas ideológicas y a la perpetuación de castas como sucede en Corea del Norte

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Una mala instalación eléctrica fue lo que provocó un cortocircuito que se convirtió en un incendio. Foto EDH / Francisco Torres.

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2013-01-29 6:02:00

as libertades de la persona, al igual que los derechos esenciales, no están sujetos a negociación.

Los disturbios en Egipto, que enfrentan a los islamitas que apoyan al presidente Morsy contra sectores que se oponen a su forma dictatorial de gobernar, son un reflejo de las terribles convulsiones del Medio Oriente que puso en marcha el derrocamiento del dictador de Túnez, Ben Alí, hace más de dos años.

Morsy es apoyado por la “Hermandad Musulmana”, un movimiento que pretende imponer la Sharia, una teocracia, sobre un país con tendencias divergentes y una multiplicidad de sectores, entre ellos cristianos, judíos, marxistas, fundamentalistas, liberales y musulmanes tolerantes.

Morsy se hizo con el poder en el clima de apertura que precedió a su elección, pero, como en el caso de Hitler y de muchos otros dictadores, una vez instalado ha venido usurpando competencias, socavando a la oposición y montando el tinglado de una dictadura.

Pero no existen “nuevas justicias por descubrir e inventar”, esquemas que protejan las libertades esenciales pero que al mismo tiempo acomoden sectas y movimientos excluyentes y, por lo tanto, intolerantes.

De la hostilidad surge la intolerancia, de la intolerancia la imposición, de la imposición el exterminio del contrario. Es lo que sucede bajo el marxismo y la Sharia. Se puede por la fuerza montar una dictadura, pero superarla, liberar a los pueblos oprimidos, es una tarea esencial de todos los hombres.

Los disturbios en Egipto son una de las facetas de un imperialismo islámico que pretende expandirse a cualquier costo, como se ha demostrado con las depredaciones de los talibanes y sucede en estos momentos en Malí y otras regiones de África.

El mundo debe estar en guardia contra los ciegos fanatismos

Los pueblos pacíficos, como ha sido Malí, no tienen la capacidad ni los recursos humanos y materiales para oponerse a una agresión repentina de bandas enloquecidas que quieren imponer su ley de hierro. En su corta y sangrienta ofensiva, los grupos de AlQaeda en el Magreb Islámico y los islamitas malienses de Ansar Dine, han destruido una parte sustancial de los monumentos y tesoros artíssticos y religiosos del país, sobre todo en Tomboctú, una ciudad calificada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Peor todavía es querer forzar a los pobladores a adoptar un modo de vida repulsivo, que castiga ver televisión, oír música e ir por la calle con personas del sexo opuesto.

Morsy se valió de un decreto para dictar leyes y reordenamientos sin oposición, ya que quitó al sistema judicial la potestad de revisar lo actuado. Su pretexto fue que, mientras no se aprobara la Constitución que su mismo partido compuso, quedaba un vacío de poder que tenía que llenar.

Lo que se quiere es aprobar por referendo el proyecto islamita y, de un golpe, suprimir una sustancial parte de los derechos de las minorías y de las libertades personales.

Algo similar es lo que se proponen los rojos en nuestro país: aprobar vía plebiscito o referendo leyes y reformas que la mayoría no va a entender y que los amarra a una dictadura. Con referendos se pavimenta el camino al infierno, la persecución de sectores y de minorías, y el establecimiento de una censura a los medios independientes.

Los patrones de las dictaduras son todos iguales aunque sirvan a extremistas religiosos, a sectas ideológicas y a la perpetuación de castas como sucede en Corea del Norte.