Santo Tomás, el apóstol que dudó de la Resurrección de Cristo, es el tema de una célebre obra del maestro barroco Caravaggio, una de las figuras cimeras de la pintura, que se conserva en el Palacio de Sanssouci en Potsdam, cerca de Berlín.
Y de ese acto de verificar por sí mismo un hecho que otros dieron como cierto sin más evidencia que su propia fe es que ha convertido al apóstol Tomás en uno de los patronos de los abogados, de los abogados que cumplen con un principio cardinal de su profesión: verificar por sí mismos la verdad o falsedad de evidencias o testimonios que examinan en el curso de una causa o un juicio.
Santo Tomás es, de los Doce Apóstoles, el único que no se venera en una grandiosa catedral del mundo, sino que sus restos reposan en un modesto templo en el sur de la India, en Madras.
La duda de Santo Tomás es la duda que mueve a muchos investigadores a abrir nuevos senderos en la ciencia, a académicos en sus esfuerzos por corroborar o desechar hechos o leyendas históricas, a políticos a establecer la veracidad o falsedad de datos o pretendidas conquistas.
Así son todas las fantasías que el partido oficial presenta como ciertas, como grandes logros y que hasta califica de “buen vivir” de todos los salvadoreños lo que únicamente se aplica a los miembros del grupo en el poder, las cuales no son frutos abundantes que pueda un Santo Tomás de estos tiempos tocar con sus manos y ver con sus ojos.
Cada una de las cifras o conquistas mencionadas en los últimos discursos oficiales es infundada, o es, en el mejor de los casos, una verdad a medias.
La seguridad no ha mejorado sino que ha empeorado; el empleo se ha reducido y con ello el ingreso de las familias medias del país; la inversión está al punto de caer en picada; el turismo es primordialmente de salvadoreños que vienen a ver a sus familias; el endeudamiento nacional está llevándonos a nuevos impagos; los “pactos fiscales” no son más que reiterados intentos de continuar desangrando la economía nacional.
No tienen ningún empacho de pactar con delincuentes
Cada cierto tiempo el partido oficial habla de “diálogo”, que por lo general consiste en iniciar conversaciones con gente representativa del sector de trabajo, que nunca llegan a nada positivo.
La extrema izquierda, como consta a todos en este país, no tiene ningún problema de contactarse e inclusive irse a abrazar a las selvas de Colombia con narcoterroristas, extorsionistas, homicidas, asaltantes… con esa “flor y nada” de la delincuencia mundial.
Pero sentarse con fabricantes, agricultores, profesionales en cualquier campo es otra cosa: allí todo son aspavientos, rechazos, acusaciones, desdenes.