Una nación se fundamenta en plebiscitos permanentes

Naciones pacíficas y progresistas solo pueden existir como democracias que se rigen bajo un orden de leyes y reconocen que hay libertades y derechos que están por encima de lo temporal.

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elsalvador.com

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2017-06-15 7:26:56

¿Qué es una nación? En un ensayo con ese título el filósofo e historiador francés Ernesto Renán dijo que no eran creencias religiosas o inclusive coexistir en un determinado territorio, sino el consenso de sus miembros para vivir juntos manteniendo un plebiscito permanente.

Nadie, en una democracia, puede pretender contar con el derecho de imponerse al resto, lo que equivaldría a creerse dueños de una superior verdad, como lo creen los comunistas y los talibanes, que llegan al extremo de justificar el asesinato de sus oponentes.

Ese plebiscito se realiza en múltiples formas sin que necesariamente haya ganadores o perdedores, como cuando se cae en esos interminables y cambiantes debates sobre la mejor forma de gobernar o lo que debe ser la unión entre un hombre y una mujer, que llevó desde la monogamia sin escape hasta los divorcios exprés y las uniones entre personas del mismo sexo, aceptadas en algunas sociedades y prohibidas en otras.

Pero naciones pacíficas y progresistas solo pueden existir como democracias que se rigen bajo un orden de leyes y que reconocen que hay libertades y derechos que están por encima de lo temporal, pues de no ser así se cae rápidamente en despotismos, como ha sucedido en Turquía con Erdogan –que ha impuesto un régimen de terror sobre sus súbditos al estilo de las dictaduras de todos los tiempos a lo largo de la historia.

En tal sentido, al decir que un pueblo rechaza un estado de cosas por incierto, ruinoso y delictivo, queriendo en cambio soluciones, la única respuesta es detener el deterioro democrático, revertir cualquier tendencia dictatorial y restablecer la vida en democracia.

Y esa es la única posible salida a los desmanes del actual desgobierno en El Salvador, que van desde perseguir opositores con toda la saña imaginable hasta blindar corruptos y entorpecer investigaciones sobre enriquecimientos y robo descarado.

La única solución posible es restablecer la plena democracia

El punto de partida para replantear cuestionamientos públicos en ciertos momentos de la vida nacional es si una situación es tolerable, como el caso de la violencia incontrolada que azota El Salvador, o si hay que recomponer una situación que se padece.

Y a ese punto hemos llegado: la voracidad por dinero, dinero que se despilfarra a la vista de la nación, lleva a querer robar más de los ahorros de los trabajadores salvadoreños y, un caso muy, muy grave, a hacer caer el país en impago, lo que nunca, ni en los peores tiempos de la junta golpista y la guerra de los 80 había sucedido.

El rostro del desplome, de la creciente desintegración moral –lo que siempre falta cuando se trata de comunistas– es el conflicto entre el grupo en el poder y la ley, está representado por los fallos e iniciativas de la Sala de lo Constitucional. Y como la ley les incomoda grandemente, la respuesta no es acatarla, sino meternos en un esquema de permanentes “acuerdos” que equivale a permanentes manoseos de las leyes hasta que esta sea lo que dispongan los capataces rojos entronizados, como en Cuba.