Un corruptómetro para cuantificar lo que los corruptos se embolsan

A medida que aumentan regulaciones y ???el Estado??? (la burocracia) asume más funciones, también se incrementa la corrupción, como cuando se asignan a dedo, sin pasar por licitaciones, contratos o compras.

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2017-04-23 7:26:09

El arrichierómetro es una muy popular expresión italiana que traducida al español podría ser corruptómetro, un modo de medir enriquecimientos ilícitos de parte de funcionarios, arrimados al poder, sinvergüenzas y lavadores de dinero, como entre otras cosas se ha averiguado del socio del vicepresidente en uno de tantos negocios, socio que se reputa haber lavado más de doscientos millones de dólares.

La medición se haría en la forma siguiente: los que no tocan ni un penique, califican cero; el refugiado en Nicaragua calificaría diez; los diputados que despilfarran fondos públicos, entre cinco y ocho; la nube de parásitos que medran a la sombra de presupuestos públicos, entre cinco y siete; las parentelas y amigatelas de los susodichos, entre tres y nueve.

Hay señales que desenmascaran a los enriquecidos descarados, como el número de zapatos sin estrenar que les hayan encontrado, las mansiones a nombre de prestanombres, los incesantes e inútiles viajes al exterior, como irse a Suiza sin hablar francés para averiguar lo que de todas formas es inútil saber.

El arrichierómetro, nos dicen compungidos romanos, sólo se aplica a civiles para descubrir evasores, pero nunca a los políticos, tan picarones en la Bella Italia como en toda la cuenca mediterránea, comenzando por Grecia hasta Portugal, con una diferencia: en Grecia los robos son de millones, en los países escandinavos los levantes son muy modestos pues hay más señales de alarma.

En las profundas discusiones de jóvenes en los bares, “todos son corruptos”; no admiten salvedad ninguna. Pero tal cosa no sucedía, como ejemplo, en El Salvador durante las presidencias militares, pues muchos de ellos salieron tan o más pobres de lo que entraron; a diferencia de lo que está pasando en los últimos tiempos, especialmente a partir del cuartelazo de octubre de 1979, cuando una supuesta “juventud militar” se hizo con el poder en compañía de individuos designados por los izquierdistas.

Pero la mayoría de personas en este país vive honestamente, trabaja honestamente, cree en las reglas y no duda de lo que compran o de la palabra de las personas o entidades con quienes tratan.

¿Cuánto por votar por préstamos?,
¿cuánto por aprobar nombramientos?

Es muy raro que entre la gente de trabajo se pidan mordidas, como sucede cuando va a votarse en algún cónclave, donde es de rigor fijar precios: un voto para aprobar préstamos, tanto; un voto para nombramientos, una cuantía ligeramente menor y así sucesivamente.

A medida que aumentan regulaciones y “el Estado” (la burocracia) asume más funciones, también se incrementa la corrupción, como cuando se asignan a dedo, sin pasar por licitaciones legales y transparentes , contratos o compras. De allí las permanentes lloriqueras para dar contratos alegando emergencias, o lo que fuera, como aparentemente sucede con todo lo aeroportuario.

Después del cuartelazo y al estatizarse muchos sectores, controlar, como ejemplo, la importación de combustibles o el otorgamiento de préstamos bancarios (con el consiguiente diezmo por la gestión) fueron la base de muchas fortunas entre algunos de esos “jóvenes militares” y allegados a Casa Presidencial. Hubo en apariencia negocios con el café, con los racionamientos de artículos como el aceite comestible (liberando el mercado negro), la venta de divisas…

Cualquier similitud con personajes, figuras, entidades, etc., es pura coincidencia. Hablamos de la República de Miranda.