Debe la oposición política fiscalizar el gasto público

La buena nueva es que los republicanos, ahora en el poder con Trump, están muy conscientes del problema de la corrupción en El Salvador, de las redes del narcotráfico, de la impunidad. 

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2016-11-17 6:17:00

Para abrir las alcancías de los teléfonos públicos de antes se requería la presencia de auditores, agentes de seguridad y del que portaba las llaves, hasta que los ladrones –como Alejandro Magno con el Nudo Gordiano– desistieron de violarlas con ganzúas para arrancar los aparatos de paredes y postes y llevárselos.
    
Cosa similar sucede con los corruptos del cercano ayer y los del momento: no les basta desviar partidas presupuestarias a sus negocios y cuentas personales, sino que cargan con todo; la extrema izquierda simplemente ha hecho del país su finca, disponiendo a su antojo de empleos estatales, bienes, calles públicas (como la Juan Pablo para el Sitramss) y todo lo que ven y no ven los salvadoreños.

Sólo piénsese lo que cuesta al país los lavados de cerebro que hacen a sus militantes, sobre todo a los jóvenes, como con claridad lo expuso el señor Medardo: las brigadas indoctrinadoras van de casa en casa sembrando confusión y odio a un gran costo, pues hay que transportar a los indoctrinadores, alimentarlos, supervisarlos… dineros que mejor empleados estarían desde el punto de vista nacional, recopilando información sobre pandillas en cada lugar. Su finca privada, que se maneja a base de ocurrencias, ignorancia, supersticiones, dogmas.

Esta clase de corrupción total, es obvio, es más perniciosa que la “tradicional”, como digamos la del expresidente de Guatemala.
 

En los regímenes comunistas
hay un único partido

  

La situación coloca en los hombros de los partidos independientes y sobre todo en el principal de ellos, ARENA, una enorme responsabilidad: rescatar las instituciones y al país entero, de las garras totalitarias y devolver a los ciudadanos las potestades, libertades y controles que les corresponden.

Para ir, como sabuesos del bien, tras los dineros públicos desviados, desenmadejar las marañas del despilfarro, es importante crear, como los partidos políticos ingleses, “gabinetes en la sombra”, comisiones que son como los jugadores que se encargan de marcar a los del equipo contrario, un espejo virtuoso del adversario mañoso.

Así, miembros o aliados del partido que hayan desempeñado, para poner un ejemplo, en Hacienda o en funciones presupuestarias, conocen mejor los potenciales ardides con que los nuevos funcionarios se embolsan dineros en nombre de “el pueblo”, partiendo de un hecho: en sus cabezas, cada militante oficialista  se cree la encarnación de “el pueblo”, relegando al resto de nosotros a la condición de súbdito, o aliado el imperialismo, o burgués explotador, o “masa”, masas como los escudos humanos con que la guerrilla rodeaba sus campamentos, o los niños y las mujeres que colocan al frente de sus marchas, como hace el ISIS en Siria.

La buena nueva es que los republicanos, ahora en el poder con Trump, están muy conscientes del problema de la corrupción en El Salvador, de las redes del narcotráfico, de la impunidad que prevalece en el oficialismo.

Y se dan cuenta de que un país bajo ese flagelo no puede luchar contra la violencia con efectividad y, por tanto, es propenso a la emigración, a escapar donde se pueda.

Los partidos políticos deben estar siempre conscientes de un hecho irrefutable: en un país que cae en el comunismo de inmediato se impone el partido único, erradicándose toda oposición, restringiendo la vida de los súbditos, forzándolos a depender de lo que los amos les conceden.