La corrupción es una lacra que daña la imagen nacional

Nadie está seguro bajo un despotismo, pues como lo demuestran los hechos, un régimen de tal naturaleza no descansa en sus persecuciones de disidentes, críticos, miembros de la oposición o simples ciudadanos. 

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Cada sector tuvo la oportunidad de exponer los principales retos que enfrentan para su crecimiento.

/ Foto Por Mauricio Cáceres

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2016-02-03 9:21:00

” …Estados Unidos tiene interés en que se haga progreso en el trabajo contra la corrupción. La corrupción es un flagelo que no ayuda a ninguna democracia y que preocupa a todos los países de la comunidad internacional”, dijo la embajadora de los Estados Unidos, Mari Carmen Aponte, ante un grupo de jóvenes a quienes instó a luchar por la democracia.

 La más reveladora prueba de que en nuestro país la corrupción se ha convertido en un grave flagelo nacional es la promulgada “ley de probidad”, contra la cual se han presentado varias demandas de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema.

Vale respecto a esa ley lo de “quien nada debe nada teme”; las señales de escandaloso enriquecimiento de funcionarios que fueron o continúan siendo miembros del partido oficial, diputados, parentelas, no dejan duda a nadie de que “algo podrido hay en Dinamarca”, siguiendo la frase de Hamlet.

Pero hay otras facetas de la corrupción que no deben pasarse por alto, la más grave el manoseo del sistema de justicia y de los poderes del Estado en beneficio del partido en el poder y para vengarse de supuestos agravios.

–El partido oficial, valiéndose de una aplanadora legislativa montada ad hoc para servir sus intereses, viene aprobando leyes y ratificando préstamos y nuevas cargas impositivas, sin discusión pública y que han perjudicado el crecimiento económico.

–A ello se suma la persecución, tortura y muerte del expresidente Flores, al que aniquilaron con todos los medios a su alcance, incluyendo su reclusión en las mazmorras de la PNC que asemejan las cámaras de tortura de la Inquisición.

El manoseo de la ley socava el orden jurídico, dejando a la población indefensa frente a tales abusos. Nadie sabe si al caer en la mira del grupo en el poder será amparado en los tribunales o si, en cambio, esos tribunales son una trampa para condenarlo y aniquilarlo, como le sucedió al expresidente Flores.

Nadie está seguro bajo un despotismo, pues como lo demuestran los hechos, un régimen de tal naturaleza no descansa en sus persecuciones de disidentes, críticos, miembros de la oposición o simples ciudadanos que por algún motivo hablan más de la cuenta, actitud reflejada en el intento de penalizar los “like” y la difusión de contenidos cibernéticos cuya autoría es de otros. O perseguir al que le cae mal al defensor de la revolución del barrio o pasaje.
 

El nepotismo es corrupción
y de la más grave posible

 
Corrupción no es únicamente embolsarse dineros públicos para luego, como ejemplo, comprar todas las lecherías del país y ser el rey de la leche, sino también robar los empleos de servidores públicos para instalar a la parentela y a la amigatela.

Y el más descomunal acto de corrupción que se ha visto en nuestra historia, fue la “creación” en la pasada gestión de treinta mil nuevos puestos de burócratas, los que al poco tiempo fueron cuarenta mil, para repartirlos entre los allegados al partido oficial.

Esas cuarenta mil personas no tenían donde sentarse, donde laborar, donde ejercer funciones; simplemente pasan por su cheque y a vivir de los salvadoreños que sí trabajan.

La corrupción envenena la economía, sube los precios precisamente para enriquecer a los corruptos, socava la moral pública y arruina las comunidades, además de introducir costos y problemas impredecibles a los potenciales inversionistas, los únicos creadores de empleo.