Cuarenta muertos el lunes, pero Seguridad no se mueve

En este escenario de espanto el partido en el poder se interesa más en proseguir con su agenda totalitaria y en servir a sus adeptos y miembros, que buscar gente capaz de trazar nuevas estrategias en la lucha contra el crimen y la defensa de la población.

descripción de la imagen
Foto Por Archivo

Por

2016-02-18 8:56:00

Los 40 muertos del lunes mueven a preguntar hasta cuándo el gobierno va a reaccionar con sensatez, comenzando por hacer un cambio radical en los organismos de seguridad pública y la defensa nacional.

  No puede un país seguir sufriendo una sangría diaria de grotescas proporciones, con el costo espantoso de familias destrozadas, niños en la orfandad, comunidades presas del miedo y los terribles efectos que eso tiene en el trabajo y desarrollo nacional.
  
Que deambulen por nuestras ciudades y la campiña parejas de asesinos y grupos vandálicos que matan a rivales, pero, lo peor, que asesinan a gente por el único motivo de pasar por allí, es habernos hundido en la barbarie.

La barbarie de la selva, la barbarie de grupos que atacan a la población indefensa, la barbarie de treguas montadas por beneficios políticos, la barbarie de la corrupción, la barbarie del odio.

En este escenario de espanto el partido en el poder se interesa más en proseguir con su agenda totalitaria y en servir a sus adeptos y miembros, que buscar gente capaz de trazar nuevas estrategias en la lucha contra el crimen y la defensa de la población.

Con 40 asesinatos en un día, los que capitanean el movimiento comunista no encuentran otro objetivo que “luchar contra la oligarquía neoliberal”, el fantasma inventado, el petate del muerto con el que a nadie con la cabeza en orden asustan.

Los que están nominalmente a la cabeza de los entes de seguridad, “orgánicos del partido” como les llaman, no pueden dar más señales de incapacidad, o falta de voluntad, o dobles agendas.

Más se ocupan estos funcionarios de ir tras productores, figuras de la oposición, representantes de entidades como Transparencia Internacional, o vigilar y hacer seguimientos a las gremiales y tanques de pensamiento, que averiguar quiénes manejan y cómo operan los cabecillas del crimen.

El que cada día que pasa empeoran las cosas comprueba que el partido oficial no tiene la capacidad y aparentemente tampoco la voluntad para acabar con el flagelo. Sus prioridades parecen ser otras.

Mientras la lucha contra el crimen organizado no se lleve a cabo en conjunto con otros países de la región y no se pida asistencia a naciones con larga trayectoria en ello –digamos recoger la experiencia italiana en combatir las mafias y grupos sediciosos como las Brigadas Rojas– se seguirá en el baile de la muerte.

La lucha contra la criminalidad no es campo de improvisados
                                      
 Después de firmados los acuerdos de paz, una misión francesa ayudó a recomponer la policía.

Una misión semejante puede gestionarse de nuevo en vista de que la amenaza es global, que las bandas terroristas han ido fortaleciendo su presencia. Y bandas terroristas son ahora las pandillas centroamericanas, que han ido cogiendo terreno en otras partes y han aparecido en Europa.

La renuencia a compromisos y trabajo conjunto con cuerpos de investigación y policiales del exterior parece derivarse del temor de lo que éstos encuentren de los locales.

El combate a la delincuencia es un conocimiento especializado como la neurocirugía o el diseño de estructuras, conocimientos que los locales no parecen tener.