¿Dónde quedó el magnífico Nápoles de antaño?

Nápoles es el inmenso puerto, su Catedral que custodia una ampolla con la sangre de San Genaro, el señorial parque y museo de Capodimonte, paisajes magníficos

descripción de la imagen

Turcios no pudo avanzar, en su duelo ante un rival de Israel.

/ Foto Por EDH/Archivo

Por

2016-01-21 9:17:00

El bello Nápoles… uno es la ciudad de los viejos tiempos, de los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, del sórdido ambiente que describe Malaparte en “La Piel” (La Pelle), de las canciones napolitanas y de Torna a Sorrento, y el Nápoles de hoy, que atesora mucho de ese pasado pero con un tanto menos de la alegría explosiva de entonces.

El Nápoles actual perdió parte de las barriadas de ropa tendida y de lo que inspiró películas como “El Oro de Nápoles”, de Vittorio de Sica, ganando en cambio barrios muy elegantes, hoteles espléndidos, comida so-so que mueve a añorar las pastas, pescados y carnes de antaño.
El mejor lugar para darse uno de esos festines eran las barcazas que en el verano se apostaban a lo largo del malecón de la Bahía de Santa Lucía, uno de los parajes más hermosos de Italia y del universo entero.

Eran barcos restaurantes, cada uno con su especialidad y cada uno con la clásica cocina pero sin el énfasis de la pizza, que para algunos está arruinando la gastronomía italiana. Y la sopa minestrone también está olvidada.

Se comía sentado a la mesa con mantel de tela, meciéndose con el suave oleaje y refrescado con la brisa marina. Y de barcaza en barcaza iban los pequeños grupos de suonatori, con guitarras y bellas voces, que dedicaban una canción a las lindas o no tan lindas acompañantes, napolitanas o rubias del norte…

La canción “Vuelve a Sorrento” se recibe “con una sonrisa en los labios y una lágrima en el corazón”: “Yo me voy, adiós” / Te alejas de este corazón…/ de la tierra del amor…/ ¿tienes el valor de no volver? / Pero no me dejes / no me des este tormento! / Vuelve a Sorrento / ¡hazme vivir!…”. 
 

Nápoles y la Costa Amalfitana,
los más bellos parajes del mundo

  

Mucho de Nápoles es su enorme puerto, por donde se dice que pasa una gran parte de la droga que se consume y que mata en Europa. En aquel tiempo el tráfico de estupefacientes se controlaba por “Lucky” Luciano desde el hotel Mediterráneo que fuera su cárcel y donde todos hablaban en voz baja, un capo con más poder que los de hoy, incluyendo a Pablo Escobar y al “Chapo”.
   
Nápoles está a los pies del Vesubio, el majestuoso volcán que en el año 79 de nuestra era, al surgir de golpe en medio de un monte cultivado, enterró Pompeya y Herculano con lava ardiente en tan pocos minutos, que han quedado, calcinados en sus mortajas de ceniza petrificada, seres humanos, animales, muebles caseros, esculturas en piedra y en bronce, todo lo cual se encuentra en el museo arqueológico de Nápoles, incluyendo una cruda aunque un tanto ingenua pornografía.

En aquel entonces los guías turísticos eran los únicos que podían mostrarlos, pidiendo a las señoras y jóvenes quedarse fuera.

(No, no es cierto que hoy en día son los hombres los que no entran y las mujeres las admitidas. La magnífica exhibición es unisex…).

Nápoles es el inmenso puerto, su Catedral que custodia una ampolla con la sangre de San Genaro, el señorial parque y museo de Capodimonte, paisajes magníficos, palacios que atestiguan la grandeza de las viejas y poderosas monarquías, el esplendoroso umbral de la Costa Amalfitana, Positano, Ravelo, Amalfi y el golfo de Salerno…