El poder que protege a Brasil es su gente que sale a las calles

Brasil no es su presidenta, como pretende el embajador, ni lo son sus políticos, siendo  una nación de ricos contrastes, diversidad cultural, industrias de punta, además de favelas, paisajes, tradiciones, modernismo

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elsalvador.com

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2015-11-30 9:08:00

La negativa del gobierno  del Brasil de aplicar la Cláusula Democrática del Mercosur a  Venezuela —tratado de las naciones del Cono Sur formado por  Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Paraguay y Venezuela— fue el tema de nuestra nota del miércoles 25 de noviembre, por considerar incongruente que un país que pisotea en forma permanente los derechos básicos de su población, está involucrado en narcotráfico, mata o encarcela con juicios amañados a dirigentes de la  oposición y declara que “Maduro no dejará el poder”, no está cualificado para esa membresía.

Pedimos disculpas por usar la palabra corruptocracia al referirnos al gobierno del Brasil, pues aunque mucha de su clase política y sobre todo personajes alrededor del Ejecutivo han sido  demostradamente corruptos por las instituciones brasileñas y están siendo procesados por tales delitos, Brasil ha logrado mantener la independencia efectiva de los poderes fundamentales del Estado.

Brasil tiene, además, un cuarto poder que le protege: su gente, que sale a manifestarse con vehemencia en defensa de sus instituciones y sus derechos.

En su carta el embajador toca muchos puntos, pero no responde a lo esencial del planteamiento que hicimos: el negarse a reconsiderar el apoyo de Brasil al corrupto régimen venezolano. 

No se puede apadrinar a regímenes ligados al narcotráfico
  
En su carta, el embajador pretende que la no intervención en los asuntos internos de un país es una especie de principio inviolable, o al menos una guía moral. Pero en el caso de la dictadura venezolana, continuar apadrinando un régimen que interviene en otros países y que está involucrado en sus más altas esferas con el narcotráfico (como están cantando en Nueva York el sobrino y el ahijado de la esposa de Maduro) equivale a intervenir, como es también intervenir el financiar un nuevo puerto en Cuba, que sufre una implacable dictadura y que ha venido sosteniendo bandas terroristas desde hace sesenta años.

Ningún vecindario puede tolerar que en su medio operen pandillas o burdeleros, a menos que el poder de tales bandas se sobreponga a lo que tanto las autoridades como lo que un colectivo pueda hacer.

 Que la intervención es válida en numerosos casos lo  demuestran las operaciones militares de varios gobiernos, desde rusos hasta franceses y jordanos, para destruir el autollamado “Estado Islámico”.

No moverse es una forma de intervención y no moverse es la intervención del gobierno de Brasil en el caso de Venezuela.

Brasil está a tiempo para defender sus instituciones e impedir que la corrupción termine por socavarlas, como pueden socavarlas el populismo y más la vertiente comunista de su presidenta, hija de un comunista búlgaro que fue a propagar esas doctrinas en el centro de América pero no se quedó a defenderlas y disfrutarlas en su país de origen.

A lo anterior hay que agregar el hecho de que no existen regímenes comunistas  que sean prósperos, respeten libertades esenciales y no hagan todo en su poder para perpetuarse.

Brasil no es su presidenta, como pretende el embajador, ni lo son sus políticos, siendo  una nación de ricos contrastes, diversidad cultural, industrias de punta, además de favelas, paisajes, tradiciones, modernismo, creadores y marginados. Quienes hemos tenido el privilegio de conocer el gran país, admirar sus fortalezas y asimismo lamentar sus carencias, deseamos que pueda superar las consecuencias de presidencias del llamado partido de los trabajadores.