Buscan a toda costa frenar investigaciones de Probidad

La corrupción termina envileciendo la moral pública, pues para marchar más ligero, gente que normalmente no tocaría a los corruptos se encuentra dando mordidas o metiéndose con ellos

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Edwin Soriano fue asesiando dentro de este vehículo, en el que hacía viajes para sostener a su familia.

/ Foto Por Francisco Campos

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2015-12-17 8:22:00

Con gran sofoco los efemelenistas y sus partidos aliados pretenden neutralizar las investigaciones sobre presuntos hechos de corrupción castrando a la sección de Probidad de la Corte Suprema, poniéndola bajo el control sólo de la Sala de lo Civil y haciendo que envíe los casos a la Fiscalía, para que allí se traspapelen y queden congelados, denunciaron varias organizaciones cívicas.
 
En semanas previas, al plantear la necesidad de formar una comisión investigadora contra la corrupción en El Salvador, con similares atribuciones a la que ha destapado muchos casos en Guatemala y la que llevó a la cárcel al expresidente y la exvicepresidenta de ese país, los voceros oficialistas dijeron que “aquí las cosas son diferentes y no se necesita un organismo como ese”.

Muchos corruptos se descubren, principalmente, por los cambios radicales en sus modos de vida, pero esas señales parece que no importarán al final.
 
Así, un sujeto que en sus muchos años de empleo y con 50 de edad apenas consiguió una pequeña casa alquilada pero que ahora, después de su paso por el poder, se transporta en camionetas de lujo con seguidores, no podría ser investigado.

 Probidad estaba llevando adelante importantes pesquisas para evaluar los patrimonios de al menos 19 exfuncionarios, entre ellos los últimos tres expresidentes de El Salvador.

La imagen que queda en los salvadoreños es que hay interés en que no se avance en las investigaciones sobre el tema de corrupción.

Nadie, fuera de sus compinches, ama a los corruptos, como todos condenan la aparición de “puntos de asalto” en las carreteras o que se asienten pandilleros en una comunidad.

La corrupción es algo más que embolsarse fondos públicos, pues distorsiona completamente las funciones estatales poniéndolas al servicio de los sucios manejos y no al servicio del país. Se habla en la historia cómo los estados del Medievo hacían con frecuencia girar todo el interés a la pasión por la cacería de sus barones (los visconti de Milán), como en estos trópicos el mayor afán es, en ocasiones, conseguirle mujeres al jefe de gobierno.
 

Los corruptos no están solos:
forman redes de compinches 

Y ese es el problema cuando a la sombra del Estado opera un “Negocios turbios y chavistas, S.A. de C.V”., cuyo afán es aportar más dineros de las arcas estatales a mantener y agrandar esos negocios, para lo cual manipulan leyes, precios, realizan obras como una carretera para sus transportes, etc.

Es claro que, en tales condiciones, los presupuestos no alcancen, que el Estado les deba a las once mil vírgenes, los servicios colapsen, los hospitales nuevos estén apolillados y ruinosos… al mismo tiempo que es raro el diputado y funcionario que no haya hecho veinte viajes al extranjero en un año.

Las cadenas productivas se distorsionan cuando, de pronto, aparecen grupos que pujan por ciertos bienes o servicios, sin que hayan aportado nada a la oferta general. Es como si un urbanista desarrolla un complejo de viviendas, para encontrarse compitiendo en precios contra otros cuyos capitales son de misterioso origen, además de conseguir permisos, conexión de aguas, iluminación con enorme facilidad.

La corrupción termina envileciendo a la moral pública, pues para marchar más ligero, gente que normalmente no tocaría a los corruptos se encuentra dando mordidas o metiéndose con ellos.

Y a eso se suma otro gravísimo hecho: los corruptos, para operar, forman cadenas de cómplices…