Masacrar gente indefensa, la especialidad terrorista

El gran problema del mundo musulmán: los permanentes llamados al extremismo, a combatir a los "infieles", a perseguir a los cristianos, a decapitar y masacrar a occidentales

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elsalvador.com

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2015-07-02 5:00:00

Un pequeño grupo de hombres embrutecidos por las prédicas de fundamentalistas islámicos perpetró una matanza de turistas en un hotel de playa de Túnez, lo que de inmediato causó un éxodo de extranjeros desde el norte de África por temor a peores atentados en los tiempos venideros.

Túnez depende en alto grado del turismo para apuntalar su economía, por lo que atrocidades de tal naturaleza afectan a toda una industria, los empleos de muchísimos tunecinos, las infraestructuras relacionadas, las líneas aéreas y los cruceros que atracan en sus puertos.

Túnez ha sido, pese a las dos largas dictaduras que se ensañaron sobre el país, una nación relativamente tranquila, con museos que atesoran restos de la vieja Cartago, una excelente cocina marina, hermosas playas y buena ubicación mediterránea.

Ahora le cae la maldición del ISIS, de Al Qaeda, de los salafistas y de los que enloquecen con las prédicas fundamentalistas del odio hacia el resto de la humanidad y que se han lanzado a una guerra de exterminio de los “infieles”.

En las presentes circunstancias los europeos y el mundo civilizado no pueden ignorar los vínculos del chavismo y sus aliados con regímenes extremistas del Medio Oriente, a lo que se agregan los vuelos y contactos que mantienen los chavistas con Nicaragua y otros países centroamericanos.

Venezuela, inclusive, ha propiciado que predicadores musulmanes, de seguro que de las corrientes radicales, adoctrinen a las tribus indígenas en la selva del Orinoco, sembrando los vientos de futuras tempestades.

Y de allí la pregunta: ¿qué hace de efectivo El Salvador en contra de las pandillas y la desbordada violencia? ¿En qué emplea los recursos que recauda vía impuestos, préstamos y donativos?

¿A qué se debe la inefectividad de las autoridades en controlar la ola de atrocidades y qué llevó al Departamento de Estado estadounidense a advertir a sus ciudadanos no viajar a El Salvador?

Soluciones al grave problema de la criminalidad no saldrán de la burbuja en que están metidos los comunistas. Las tres o cuatro ocurrencias que han aplicado, la tregua, la “reinserción”, los operativos en zonas donde no encuentran a nadie porque a los delincuentes les avisaron de antemano, han empeorado las cosas.

Y a ello se agrega que no consiguen idear cómo se detiene el contrabando de celulares, drogas y hasta armas en el interior de los penales…

¿Cómo no serán violentos si se les predica el odio?

Aliviar males, curarlos o erradicarlos siempre inicia analizando las causas, yendo a profundidad en factores que contribuyen a envenenar conglomerados. Hay que pensar y consultar. Y en esto debe partirse de un hecho: la criminalidad es un efecto de la desmoralización –la falta de una conciencia moral en la población– y una consecuencia de odios y rivalidades.

No se va ir muy lejos en lograr la paz interna si la estrategia política y lo medular de lo que mueve a los comunistas es el odio de clases, los resentimientos y complejos sociales.

¿Cómo se puede esperar que los adolescentes y jóvenes de las barriadas lleven vidas pacíficas y se esfuercen por alejarse del mal, cuando día a día los rojos diseminan el odio, la lucha de clases, la incitación a hacerse con lo ajeno?

Ese mismo es el gran problema del mundo musulmán: los permanentes llamados al extremismo, a combatir a los “infieles”, a perseguir a los cristianos, a decapitar y masacrar a occidentales.