“No merece El Salvador, estructuras de difamación…”

Los insultos, como lo hemos señalado desde siempre, no son argumento, no prueban nada. Como decía el escritor peruano Eudocio Ravines, se puede ser un puerco, pero eso ni invalida ni refuerza sus tesis.

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Esta es la terna de los seis nominados al abanderado del Team ESA en los Panamericanos de Canadá.

/ Foto Por EDH

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2015-07-01 5:00:00

El Salvador no merece tener estructuras de difamación como las que operan desde Casa Presidencial, declaró en una entrevista televisada Roberto Rubio, quien ha sido víctima de acosos, insultos, intimidaciones y la “guerra sucia” que emprenden los rojos contra quienes ven como opositores.

Pese a las negativas de funcionarios, denigrar, insultar, descalificar y perseguir, echando mano de toda clase de medios es uno de los modus operandi de la izquierda radical y particularmente de los comunistas; si se desacredita a la persona, sostienen, se invalidan sus posturas y sus argumentos.

De allí los usuales calificativos de “lacayo de la oligarquía”, “vendido”, “explotador”, “siervo del imperialismo”, “derecha oligárquica” y peores epítetos, a lo que se debe agregar un hecho: que las redes de difamación se ensañan en contra de los que se oponen, critican, señalan o combaten al partido en el poder y a sus funcionarios. Del lado de la derecha y de las gremiales nadie anda ultrajando a los personeros del gobierno.

Los insultos, como lo hemos señalado desde siempre, no son argumentos, no prueban nada. Como decía el escritor peruano Eudocio Ravines, se puede ser un puerco, pero eso no invalida ni refuerza sus tesis.

El más reciente caso es la insultada de Funes a una declaración de la UCA sobre el juicio a exdirectivos de CEL: lo único que comprobó fue su bajeza, no invalidó el razonamiento.

Estructuras para difamar, insultar y propagar diatribas en la Internet y las redes sociales se sostienen con dineros públicos a la sombra de quienes tienen el poder, pues ningún otro grupo posee los recursos ni el interés para hacerlo. Y lo primero que salta a la vista es: ¿Quién si no los rojos va a financiar el montaje que persiguió a Rubio, incluyendo a los policías que lo detuvieron en la carretera?

¿Y quién si no ellos mismos van a pagar masivas campañas publicitarias, costeadas con fondos públicos, que coinciden con las insultaderas en atacar a productores, gremiales y la oposición política? ¡Precisamente, qué gran coincidencia!

Pues más y más va aparejada la difamación y la insultadera, con seguimientos policiales, lo característico de las dictaduras.

Rubio ha interpuesto denuncia en la Fiscalía, la que puede valerse de rastreos electrónicos hasta dar de dónde parten las señales, aunque para muy pocos sea un misterio.

Tampoco va a encontrarse una partida del presupuesto asignada a “difamación”, pero, de nuevo, sólo para los incautos es un enigma el origen del autor.

Insultar, descalificar, difamar viene desde Marx y Lenin

Las diatribas y descalificaciones –negar a alguien el derecho de disentir, de expresarse y de argumentar– se remontan hasta el manifiesto comunista lanzado por Marx en 1848, donde se habla de “explotadores” y “explotados” para seguir con otras lindezas.

Y la diatriba la perfeccionó Lenin y, más tarde, el nazi Goebbels en la propaganda contra los judíos y lo que la Internacional Socialista diseminó por el mundo.

El discurso de Castro es otro vivo ejemplo de abrumar a los opositores con toda clase de insultos, acusaciones y falsedades.

La trayectoria de los comunistas en este país viene siguiendo el mismo patrón de lo que ahora se expone en los acosos contra Rubio.

En los años previos al levantamiento de 1932, la propaganda llegó a extremos panfletarios, lo que luego se retomó con los desbordes de vulgaridad de “Opinión Estudiantil”, publicada por las asociaciones estudiantiles rojas.