Que no terminen en palabrería los llamados al “diálogo”

Para que haya un efectivo diálogo, el oficialismo tiene, en un momento u otro, que renunciar a las aplanadoras legislativas, aplanadoras que son absolutamente inmorales pues su existencia cierra toda posibilidad de analizar, discutir, llegar a consensos

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Chuck Blazer, también fue de los organizadores de la Copa Confederaciones. / Archivo EDH / Reuters

/ Foto Por BER/MSF

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2015-06-03 5:00:00

Es natural de que aunque las cosas vayan de mal en peor, el Jefe del Ejecutivo hable de grandes logros en salud, economía, desarrollo social y turismo…

Y para Medardo, el que dirige a los comunistas, a los críticos “les ha dolido que las cosas salgan bien”, opinión que sin duda comparten los enjambres de parientes y militantes que ahora disfrutan de ingresos y alegrías pese a sus incapacidades para el trabajo.

Es natural que personas y sectores pidan al Ejecutivo definir sus rumbos, en parte por las dudas que muchas de sus políticas y decisiones suscitan a partir de la paulatina toma de control del comunismo sobre las instituciones y los centros neurálgicos del poder.

Como el cáncer, que primero aparece en un órgano para de allí ir invadiendo otros hasta que mueren los pacientes que no consiguen contrarrestar el morbo, van los comunistas extendiendo sus tentáculos por todo el cuerpo social.

En su discurso, notable por su tono tranquilo, Sánchez tocó dos puntos muy importantes: el primero fue su llamado al diálogo, lo que vienen ofreciendo aunque nunca se fijan ni las condiciones para realizarse, ni quiénes van a participar, ni cuándo se llevaría a cabo. Y mientras todo queda en un impreciso limbo, la descalificación de los potenciales participantes en ese “diálogo” coge más y más virulencia, como se manifiesta en los ataques al sector productivo, el sector que aglutina a la mayoría de trabajadores formales del país.

El “diálogo”, mientras no se realice, viene a ser el opio de las masas y de los incautos…

Otra importante faceta de la alocución es que se presentan cifras de crecimiento, se promete superarlas y además se cuantifican algunos logros, lo que es un compromiso con números, realidades que están allí, son de carne y hueso. Y nada obliga más a poner los pies sobre la tierra que información que puede evaluarse y comprobarse, medirse y pesarse.

Para que haya un efectivo diálogo, el oficialismo tiene, en un momento u otro, que renunciar a las aplanadoras legislativas, aplanadoras que son absolutamente inmorales pues su existencia cierra toda posibilidad de analizar, discutir, llegar a consensos y buscar a través de la razón lo que más conviene a los salvadoreños.

Leyes elásticas y maniobras

destruyen la democracia

Desde tal perspectiva, las cifras que manejan entidades de rango mundial sobre la situación económica del país no pueden ser más deprimentes: el país ha caído en todos los índices relacionados con bienestar económico, crecimiento e inversión. El enorme reto de los rojos es detener ese desplome, si es que hay todavía posibilidad de creer en lo que dicen.

¿Se puede “dialogar” el estado ruinoso de los servicios de salud que desde hace seis años están en manos de incapaces totales, de la precariedad en que funcionan los centros escolares o lo atañero a la violencia y la caída precipitosa de la inversión?

El gobierno ha caído en muy costosos y graves errores por no discutir con entendidos en tales asuntos, proyectos y programas, como es para el caso el Sitramss que está desembocando en un fracaso y que además ha destrozado buena parte de las vías de nuestra capital.

Cuando en un país las leyes son elásticas y se aplican de acuerdo con conveniencias, lo democrático se transforma en una cruel farsa.