No hay economía privada que no sea economía abierta

Si se elevan los impuestos al transporte y a la importación de bienes, forzosamente subirá el precio de las mercaderías, lo que tiene que pagar toda la gente

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Pelé se encuentra en etapa de recuperación en Sao Paulo. Foto EDH

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2015-05-07 5:00:00

Todos dependemos de todos… sea de mineros en África, de fabricantes en Honduras, del pequeño comercio en la zona norte de San Salvador, los quehaceres de la gente se enlazan unos con otros en las cadenas casi infinitas de la producción, siendo imposible, en lo económico, separar unas “clases” de otras o creer que hay un mundo privado que casi nada tiene que ver con los políticos, la burocracia y los servicios generales.

En las más radicales dictaduras, como la cubana o la de Corea del Norte, los déspotas se aíslan, con sus familias y sus estructuras, en guetos donde viven, se divierten, educan a sus hijos, tienen sus clínicas y sus bares… pero siempre hay continuos intercambios con el exterior, con “la masa”, con los que, a fin de cuentas, siembran, cosechan, elaboran, pescan, transportan y mantienen viva la economía, aun las economías de enorme pobreza y escasez de esos países.

La dorada burocracia salvadoreña no es una excepción pese a su carácter de consumir mucho y aportar casi nada. Una vez que salen de sus oficinas van a sus casas, compran en supermercados y almacenes lo que otros hacen o elaboran, consumen comida rápida o van a los mejores restaurantes aunque pasen la factura al presupuesto del ministerio, mandan a sus hijos a colegios, conversan en ocasiones con sus vecinos… son parte del “mundo general” aunque haya funestos corruptos que viven encerrados.

Pero sus choferes, sus cocineras, sus peluqueros son del otro lado de los muros, como es del otro lado de esos muros que les llegan noticias, música, los rumores de la ciudad.

El descalabro venezolano y el cubano fueron causados precisamente por creer que una clase, “los explotadores”, estaban aislados del resto produciendo para sí mismos, mientras que la otra clase, “los explotados”, tenían que valerse de su propio esfuerzo para adquirir alimentos, ropa, enseres. Y revolucionariamente procedieron a destruir a esa clase, a los ricos, creyendo que iban a encontrar y a poner para su uso la fábrica de los huevos de oro dentro de la gallina.

Pues lo que sucedió fue el empobrecimiento, hasta el hueso, de todos.

Si se elevan los costos suben sin remedio los precios

Cuando la cúpula en el poder elevó los costos de obtener préstamos para quedarse con el negocio, fue inevitable que esos costos de inmediato se trasladaran al público, pues son fuerzas irresistibles, como las presiones geológicas que mueven montañas. Y ha sido consecuencia de elevar el costo de producir las cosas, de mantener empleos y de invertir, que nuestro país ha ido cayendo en todo aspecto, les guste o no les guste a quienes capitanean el comunismo.

Si se elevan los impuestos al transporte y a la importación de bienes, forzosamente subirá el precio de las mercaderías, lo que tiene que pagar toda la gente, los que se ganan el pan con el sudor de su frente, como también los que reciben su cheque del erario público.

No hay que escupir para arriba.

Las gremiales hacen los esfuerzos a su alcance para explicar a funcionarios, ministros y políticos rojos cómo opera la economía y cuáles son los efectos, casi inmediatos, de las medidas que se imponen sin consultar con nadie.

Hasta el momento no se ha logrado que la luz vaya entrando en recintos cerrados a calicanto.