Que nadie se extrañe de que la economía va en descenso

Estamos endeudando al país sin provecho permanente de nada, pero esas deudas que se adquieren para que la nueva clase política las derroche, las tendrán que pagar más tarde todos los salvadoreños

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El festejo de Jonathan Philippe con sus compañeros. Marcó doblete al Juventud. 

/ Foto Por Marlon Hernández

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2015-04-26 5:00:00

“Más allá de la complicada situación financiera del Estado, la Asamblea Legislativa buscará hoy la aprobación de un paquete de préstamos por $1,044 millones pese al déficit fiscal del país y al nivel de endeudamiento, que ya sobrepasa el 60 % del Producto Interno Bruto”, informó el jueves EL DIARIO DE HOY.

En otra parte de la noticia, se dice que “para este año se prevé una reducción entre el 10 % y 15 % en la recaudación tributaria”, lo que el Ministro de Hacienda atribuye “a la caída de los precios del petróleo”, pero que se suma a otra previa caída cuando la gasolina no había bajado de precio.

Ha bajado la recaudación de impuestos porque la economía del país es menos productiva, y es menos productiva como resultado del implacable despilfarro y de la continua prestadera.

Los productores, sean comerciantes, fabricantes, ganaderos o lo que sea, han tenido que enfrentar no sólo los efectos de la crisis mundial, sino también una violencia incontrolada, las extorsiones, el descenso en la demanda a causa de la misma crisis, el desempleo creciente que ha reducido la compra de muchas familias y así la letanía de males.

Como hay menos ventas y menor movimiento comercial, es inevitable que la recaudación fiscal se reduzca.

Hay un factor adicional que afecta en forma negativa a la economía con el agravante de que eleva los precios, y son precisamente los préstamos (directos o letes) que la Legislatura aprueba de manera irresponsable para financiar al grupo en el poder, que no tiene la capacidad para manejar dinero con eficiencia, que en mucho lo despilfarra como, entre otros, el gran hoyo de El Chaparral y el desastre del Sitramss.

En una economía normal lo que cada uno produce —tortillas, muebles de casa, frijoles, servicios financieros, música, etcétera— es lo que a cada uno le vale para comprar lo que necesita o ahorrarlo. El comerciante de telas al igual que la señora que vende fruta en una acera, compran su comida y su ropa con el dinero que ganan.

En tal manera hay una suma total de dinero que equivale a la suma total de bienes que se producen.

Al que no le cuesta ganar no le cuesta nadita gastar

Pero los préstamos lo distorsionan todo, pues entran a competir por el número limitado de bienes que existen en el mercado. Al firmar un préstamo y recibir los desembolsos, el beneficiario de ese préstamo no contribuye con más bienes, sino que, monetariamente, “le mete agua a la sopa”. Y al meterle agua a la sopa, el resto, los que sí contribuyen con su esfuerzo produciendo cosas, reciben menos por el mismo dinero que ganan.

Las alzas en los precios son una de las consecuencias, pues al haber una invariable cantidad de frijoles o de ropa, pero más billetes circulando, es natural que la demanda mayor por igual cantidad eleve los precios.

A esto hay que sumar otro hecho: el gobierno contribuye poquísimo a lo que hay disponible, pero consume mucho porque tiene en sus bolsillos ese dinero que no le costó conseguir. Y al que no le cuesta, gastar tampoco le cuesta.

Estamos endeudando al país sin provecho permanente de nada, pero esas deudas que se adquieren para que la nueva clase política las derroche, las tendrán que pagar más tarde todos los salvadoreños.