Muchos remedios pueden haber, pero si no quieren curarse…

Mientras, continúa el macabro ritual de jóvenes y adultos desaparecidos, personas de bien asesinadas para robarles un celular como al hijo del recordado Aniceto Porsisoca

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Capturan a salvadoreño con 170 kilos de cocaína en Guatemala

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2015-04-20 5:00:00

El reporte Giuliani sobre causas y soluciones al infernal azote de la criminalidad en El Salvador será entregado al régimen y al país en el transcurso de la venidera Enade, la convención del sector productivo que tendrá lugar el lunes cuatro de mayo.

Soluciones como remedios siempre hay, pero ninguno funciona si el paciente rehúsa tomar la medicina y seguir las recomendaciones de sus médicos. Y la gravedad del problema es, precisamente, ese: el régimen carece de la “voluntad política” para hacer lo que corresponda, siguiendo en su baile de “defensa, inserción, pactos, educación, análisis” y así en adelante.

Mientras, continúa el macabro ritual de jóvenes y adultos desaparecidos, personas de bien asesinadas para robarles un celular como al hijo del recordado Aniceto Porsisoca, matanzas entre mareros, extorsiones asfixiantes, vecindarios que viven en pánico, venta libre de droga…

Y como en el juego de las sillas musicales, en que los bailarines dan vueltas hasta que cortan la música y se sientan donde pueden, las mismas figuras fracasadas vuelven a aparecer en el tinglado.

La educación y la reinserción son las grandes soluciones propuestas, pero no se dice qué hará el país y qué hará la población en lo que se educan y se reinsertan los que puedan y quieran educarse y reinsertarse.

Además educarse cuando faltan fondos para desarrollar el año escolar, las escuelas están en condiciones precarias, no hay libros de texto y nadie garantiza nada a alumnos y a profesores.

En los viejos tiempos los niños y jóvenes tenían a su alcance otras opciones para formarse, distintas a la escuela y la enseñanza formal: podían y lo hacían, aprender oficios y artesanías al lado de carpinteros, albañiles, fontaneros, mecánicos, electricistas, lo que fuera.

Los tíos enseñaban a sus sobrinos, los padres a sus hijos, los amigos a los hijos de sus amigos, los vecinos al niño de la casa pegada, la pupusera a sus hijas y así sucesivamente.

Un país que no promueve la inserción laboral

Si algo es perseguido en esta tierra es “el trabajo infantil”. La policía no entra en muchas barriadas, pero si las autoridades saben que un cipote está aprendiendo ebanistería en un taller del lugar allí llegarán, casi de inmediato, brigadas del ministerio y enviados de la OIT a multar, insultar y a castigar.

Un marero puede enseñar a un jovencito de doce años a asaltar y matar para robar celulares, pero no podría enseñarle albañilería porque se lo llevan preso de inmediato.

Se olvidan de que la mejor reinserción es el trabajo.

Para algunos lo que más espanta es que nuestro país —y eso sucede en el llamado Triángulo Norte—, está desmembrándose en feudos que, con el paso de los meses, obedecen menos y menos al poder central y, además, como durante las elecciones, negocian de tú a tú con las autoridades nominales.

No sólo negocian sino que atacan a lo que simboliza el poder del Estado, que son las fuerzas policiales y los miembros del Ejército. A tal paso, caeremos en la clase de anarquía que se dio, como ejemplo, en África al abandonar los colonialistas sus previos territorios, haciendo una salvedad de la relación, altamente constructiva, que Francia mantiene con sus antiguas colonias.

El problema es descomunal y no va a resolverse con un régimen cerrado a lo que no es suyo.