Destruir patrimonios artísticos es un crimen de guerra

Oír voces desde lo alto, tener visiones de lo que un dios ordena, es lo que une a los mesiánicos de todas las épocas y todas las latitudes, lo que abarca a Marx, a los pajaritos de Maduro

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elsalvador.com

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2015-03-10 5:00:00

La directora general de la Unesco, Irina Bokova, condenó la destrucción de lo que resta de la ciudad asiria de Nimrud, vieja en más de cuatro mil años, al mismo tiempo que se hicieron añicos a martillazos esculturas asirias y griegas atesoradas en el museo de Mosul, un esplendoroso patrimonio que se pierde para siempre.

“No podemos permanecer en silencio. La destrucción deliberada del patrimonio cultural constituye un crimen de guerra. Hago un llamamiento a todos los responsables políticos y religiosos de la región a alzarse contra este nuevo acto de barbarie y recordar que no hay justificación alguna para destruir el patrimonio cultural de la humanidad”, dijo.

Bokova se dirigió particularmente a los jóvenes para que “hagan cuanto esté en su mano para proteger este patrimonio y reivindicarlo como propio”.

Iraq cuenta con restos de algunas de las más antiguas ciudades del mundo, entre ellas Ur, Uruk y los escombros de Babilonia, cuyas imponentes puertas, por fortuna, se encuentran en un museo de Berlín. Pero hay obras extraordinarias en el museo de Bagdad, lo que queda de los sumerios, de sus figuras en piedra orando ante los dioses, como también objetos en oro y esculturas diversas.

Iraq es casi desértico a causa de cambios en el clima y de la destrucción que hizo Tamerlán de la red de canales para irrigar, la que nunca fue reconstruida. Recorrer esas planicies hasta que se aparece en el horizonte un gran zigurat, que son torres en formas de espiral desde las cuales sacerdotes buscaban la protección de los dioses, es una experiencia única, pues se entra en una forma de contacto con los orígenes de la civilización.

Ur fue la patria de Abraham, el padre de las Doce Tribus de Israel y padre de los árabes. Pero la leyenda dice que la roca sobre la cual iba a sacrificar a Isaac es la misma debajo del Templo de la Roca, en Jerusalén, el templo de la resplandeciente cúpula dorada.

No vacilan en exterminar a cristianos y sectas pacíficas

Nada parece que puede detener la agresión enloquecida del ISIS, que ahora pactó una alianza con otro grupo satánico, el Boko Haram, que está devastando a Somalia y pretende islamizar, en su propia variante, el norte del África.

Y uno de los blancos de ISIS, como del Boka Haram, son las comunidades cristianas que, en el caso de los coptos del Egipto, están asentadas en sus territorios desde los inicios del cristianismo.

El ISIS, como el Boko Haram, afirman que cumplen con los mandatos “de dios”. Parte de esos mandatos están en agregados que hizo Mahoma al Corán, mientras otras son fabricaciones de enajenados que oyen voces desde lo alto.

Oír voces desde lo alto, tener visiones de lo que un dios ordena, es lo que une a los mesiánicos de todas las épocas y todas las latitudes, lo que abarca a Marx, a los pajaritos de Maduro, a las visiones de los comunistas centroamericanos, a los perpetradores de la matanza en Boston.

No hay razón, moral ni compasión en esas tenebrosas cabezas, que no vacilan en perpetrar carnicerías de seres inocentes y arrasar lo que encuentran en su camino. El segundo Califa, Omar, dio fuego a la Biblioteca de Alejandría, diciendo que lo que está ya en el Corán era innecesario y lo que lo contrariaba debía destruirse.