Mientras se reinsertan violentos, ¿qué será de la gente honesta?

La reinserción tendrá alguna posibilidad en la medida que El Salvador se reinserte en la democracia, el Estado de Derecho y el Orden Moral.

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Edwin Sánchez celebra su gol ante la UES en una jornada pasada.

/ Foto Por EDH

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2015-03-29 5:00:00

Programas para “reinsertar” pandilleros en la vida normal del país anunció el gobierno durante la marcha forzada del jueves pasado, lo que sorprende dada la limitada capacidad para desarrollar esquemas efectivos en cualquier campo, o administrarlos y alcanzar alguna medida de éxito con ellos.

Se trataría de meter dinero en habilitar jóvenes y adultos con graves problemas de conducta, asesinos muchos de ellos, cuando no hay fondos para educar bien a jóvenes que se esfuerzan por aprender y capacitarse.

La primera interrogante es cuántos pueden rehabilitarse, después de qué tiempo dejarán de ser una amenaza para sus comunidades y para la gente en general y, lo más importante, qué sucederá con el grueso de pandilleros que no van a participar en los programas y que es de temer que continúen matando, extorsionando y aterrorizando barriadas y poblados.

Si, por dar una cifra, hay cincuenta mil pandilleros “activos” y se emprenden programas que lleguen a la mitad, siempre quedan veinte y cinco mil criminales sueltos que seguirán agrediendo tanto a los lugares donde están asentados, como a los pandilleros que busquen escapar del crimen.

El planteamiento equivale a “mejoremos la educación, comencemos en los hogares y las escuelas” a formar el hombre nuevo, personas que por su manera de pensar y sus hábitos no son propensos a delinquir.

Pero esto plantea el mismo problema mencionado: mientras ellos crecen y la sociedad va integrándose de mejor gente, los asesinatos y agresiones, la extorsión y el menudeo de la droga continúan.

La educación como formadora de buenas personas debe forzosamente contar con los contenidos adecuados y eso pasa por enseñar moral, cívica y lógica, precisamente las disciplinas que se abandonaron de la currícula en El Salvador. Y en parte se abandonaron porque chocaban con las prédicas del odio y los indoctrinamientos tanto en la Universidad Nacional como en institutos y centros escolares.

La reinserción tendrá algún chance si el país se reinserta en lo moral

Es incongruente que se hable de reinsertar pandilleros, lo que sólo puede lograrse si esos jóvenes tienen la mente libre de odios y violencia, cuando el partido oficial y su grupo en el poder propician lo contrario, comenzando por atiborrarles la cabeza a las escolares con lecturas como “soy puta”.

La reinserción se facilita grandemente cuando hay entendimientos y simpatía entre las comunidades, los maestros, los estudiantes y las familias. Esto se estaba logrando con el programa Educo, un programa galardonado a nivel internacional pero que el actual presidente cortó al llegar de ministro de Educación, en parte para seguir presionando a los maestros y hacerlos depender de la burocracia oficial.

Los maestros pasaron de ser personas “insertadas” en las comunidades a convertirse en una especie de carne de cañón para las marchas y las manipulaciones del partido comunista.

Las sociedades son entidades orgánicas donde las partes se armonizan y actúan como un conjunto, no como un entramado de miembros aislados. De allí la frase de la fruta podrida que corrompe la fruta buena; cuando se tolera que haya funestos depravados ejerciendo funciones públicas, prostituyen jovencitas y roban a manos llenas, no debe extrañar que existan maras, que el narcotráfico cunda, que las extorsiones sigan sin control.

La reinserción tendrá alguna posibilidad en la medida que El Salvador se reinserte en la democracia, el Estado de Derecho y el Orden Moral.