En marcha el juicio en Boston contra uno de los dinamiteros

Lo que tienen en común el ISIS, el Boko Haram, los yihadistas chechenos, los que atentaron contra las Torres Gemelas, los tres asesinos de Charlie Hebdo y los hermanos Tsarnaev, es que se creen ungidos por "dios" para destruir, asesinar a inocentes

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elsalvador.com

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2015-03-12 12:00:00

El juicio por asesinato y mutilación de varios corredores de la Maratón de Boston ha dado inicio, pero el único indiciado es el hermano del enloquecido musulmán que fraguó el ataque y luego fue muerto por la policía.

El joven, que en el momento del atentado era estudiante universitario y apenas había cumplido diecinueve años, es un tonto útil más de esos movimientos enloquecidos, que ahora enfrenta la pena de muerte.

Varios corredores perdieron piernas, brazos y sufrieron otras lesiones, un niño murió, otros quedaron heridos pero lograron recuperarse. La tragedia enluta una competición que se viene celebrando, sin incidentes importantes, desde hace muchísimos años y que en 1952 ganó el guatemalteco Mateo Flores.

Maratón, bien se sabe, se llaman esas carreras de larga distancia en memoria de un joven guerrero a quien enviaron a Atenas para anunciar la victoria de su ejército en la batalla de Maratón, pero el atleta murió después de dar la buena nueva.

El hermano del enjuiciado, Tamerlán, fraguó el ataque que, según la policía, posiblemente se relaciona con otros asesinatos previos cometidos por él. Los preparativos que ambos realizaron son escalofriantes: llenaron bidones vacíos de gas con explosivos y pedazos de metal que, al estallar, se convertían en mortales proyectiles.

Al presentarse en la audiencia, una de las víctimas, que perdió una pierna, le gritaba “cobarde”, pues atacar a personas indefensas es diabólico, en extremo repugnante, la forma más vil de agredir a otros. Es la naturaleza del terrorismo que asuela el Medio Oriente y caracterizó la agresión roja en Centro-América.

Es raro el día en que no se informa de muertes de gente inocente a causa de bombas colocadas en mercados, mezquitas, tiendas, calles, aviones. Muchas son puestas por yihadistas; otras, por jóvenes con problemas mentales o mujeres a quienes se amenaza con matar a sus familias si no cumplen.

Están los coches bomba y bombas que asesinos entrenados colocan sobre los coches.

Una de las víctimas de la maratón dice que en un momento cruzó miradas con uno de los dos perpetradores, sin imaginar lo que venía…

Como “dios se los ordena”, tienen derecho a matar y destruir

Las guerras que sangran al Medio Oriente, como las medievales en las que los ejércitos victoriosos con frecuencia mataban a los sobrevivientes y a poblaciones enteras, son operaciones de exterminio en las que bandas armadas merodean por extensas regiones matando, incendiando y saqueando.

Lo que tienen en común el ISIS, el Boko Haram, los yihadistas chechenos, los que atentaron contra las Torres Gemelas, los tres asesinos de Charlie Hebdo y los hermanos Tsarnaev, es que se creen ungidos por “dios” para destruir, asesinar a inocentes, perseguir a “infieles” y llevar a cabo el exterminio de otras sectas musulmanas, así como de cristianos y budistas.

Para esos criminales, como para otros de igual calaña y para los pandilleros que asesinan a vigilantes y deportistas, es una señal de gran valor dispararle en la cabeza a alguien que tienen inerme, vendado y amarrado frente a ellos.

El autor inglés Chesterton predijo, hace un siglo, que iba a darse una guerra atroz entre la civilización y los musulmanes, no con todos los musulmanes pero sí con los enloquecidos que creen ser dueños de la verdad y, por tanto, tienen licencia de imponerla a sangre y fuego, para de allí irse al paraíso donde odaliscas los cuidarían por toda la eternidad…