Vota por banderas que aseguren la democracia y el progreso

Cada votante debe preguntarse si está mejor ahora que hace seis años, si la vida es más tranquila hoy que entonces, si se siente más seguro y si considera que los que manejan la cosa pública son honestos y capaces

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Moento cuando Hyvon Ngetich intenta llegar a la línea de meta por sus propios medios. Foto EDH

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2015-02-17 5:00:00

La elección venidera puede ser la de un hombre, un voto, una última vez, el suicidio de la democracia y la entrega de la nación a una dictadura voraz que sobrepondrá sus intereses a todo sector, necesidad colectiva, moral o compasión.

En diversos sectores se dice que los comunistas, con el apoyo de corruptos y tontos útiles, parecen estar preparando las condiciones de un fraude, para lo cual entran en alianza con las pandillas, inundan de propaganda pagada con fondos públicos a la mayoría de medios, manipulan las papeletas de votación y anuncian que postergarán los conteos para ampararse en la nocturnidad.

Normalmente, en las democracias asentadas, el voto cruzado y el voto por rostro tienen sentido, pero lo pierden cuando el propósito es engañar. Y la confusión se presta para anular de forma masiva papeletas contrarias al oficialismo.

Como algunos afirman, la gente puede ser víctima de falsas impresiones, de lo que el “Fotoshop” y los maquillajes en ocasiones esconden, entre otras cosas, de significado en el presente, pasados criminales y falta de entendederas.

Lo más seguro es votar por la bandera de partidos de larga trayectoria que, en los últimos tiempos, se han destacado por defender la democracia y potenciar el desarrollo, lo que sólo puede decirse de ARENA, el PCN y el PDC, partidos que estuvieron en el poder pero supieron entregarlo cuando la ciudadanía así lo decidió.

La trayectoria de los comunistas es lo contrario: donde se hacen con el poder, sea en universidades, en regiones o países, persiguen a sus opositores, aplastan la disidencia, amordazan y fusilan. Y, sumado a ello, nunca rectifican aunque el fracaso de sus programas y obras les estalle en la cara, como ahora el Sitramss y el gran hoyo de El Chaparral.

El tenebroso historial del comunismo en el mundo

Un movimiento que en el Siglo XX causó la muerte de más de ciento cincuenta millones de personas y generó ruina humana y material, no es solución para nuestra patria. Tampoco lo es un grupo político que no suelta el poder sino hasta que la muerte les obliga y que son capaces de matarse entre sí, como lo demostraron los casos de Roque Dalton, de la Mélida Anaya y de Cayetano Carpio, o de los miles de jóvenes ejecutados por sus comandantes en muertes atroces por la sola sospecha de ser infiltrados o “aburguesados”.

Los comunistas rechazan la democracia tanto como sistema de gobierno —y eso se ilustra con la trayectoria de cien casos de países que cayeron en sus garras—, como en su estructura interna, donde priva lo que cínicamente llaman “verticalismo democrático”, que mantiene en el poder a los que lo ganaron en procesos brutales e implacables, como lo ilustran, entre otros, Venezuela y Ecuador.

Los que capitanean el partido en este suelo llevan más de cuarenta años en ello, sin que olviden imaginarios o reales agravios, perdonen o aprendan de la historia o del mundo que les rodea y al que quisieran forzar en sus moldes ideológicos.

Cada votante debe preguntarse si está mejor ahora que hace seis años, si la vida es más tranquila hoy que entonces, si se siente más seguro y si considera que los que manejan la cosa pública son honestos y capaces.

Piense si lo servicios de salud lo protegen y si sus hijos tendrán mejor futuro.