¿Quién sabe qué será de su vida en unos meses o diez años?

En el mundo del trabajo la gente tiene que adaptarse, continuamente, a la innovación, a los desafíos de los mercados, a la competencia implacable de otros productores, a los designios de Dios

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Los juveniles enfrentarán a Canadá, en su último fogueo. Están listos para poder enfrentar a Guate, en el repechaje.

/ Foto Por EDH/Archivo

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2015-01-22 5:00:00

o del “plan quinquenal” suena como algo etéreo, que flota por los aires sin realmente afectarnos como personas, grupos o conglomerado. El gobierno anuncia un plan quinquenal, o inclusive un plan con proyecciones a veinte años y la mayoría de salvadoreños no se preocupa de lo que puede suceder.

Si una persona no es capaz de anticipar lo que será su vida y sus posibilidades en un año, menos van a saber unos burócratas lo que será el futuro del país en veinte años…

Hay concretos ejemplos de partes de ese “plan” que son realidad, que afectan a muchos y que tienen grandes costos.

Uno de ellos, como ejemplo, es el acoso montado por funcionarios de la Defensoría del Consumidor contra los comerciantes de granos, a quienes presionan para que se ciñan a sus directrices, ajusten sus ventas y compras a las nociones que tiene la entidad sobre lo que debe ser, acusándolos de acaparamiento y persiguiéndolos sin darles tregua.

Otro ejemplo es el reparto de semilla a pequeños agricultores, el único visible programa para, según los burócratas, incentivar la producción. No se ocupan de combatir la roya, de promover la renovación de los cafetales, de sacar al “sector reformado” de la parálisis en que se encuentra, de montar centros de capacitación… hay muchísimo de positivo que se puede hacer, pero no se hace nada de importante porque no encaja con “el plan”.

Y no se hace nada de importancia porque ninguno de los que capitanean el comunismo tiene la menor experiencia en lo relacionado con la agricultura y la producción.

En un mundo que se caracteriza por la permanente renovación, en todos los órdenes del quehacer humano, por cambios políticos vertiginosos, por mercados que fluctúan de manera impredecible, pretender que se puede planificar lo que un país debe y tiene que hacer, es no sólo disparatado, sino que la noción se presta para forzar a pueblos a meterse en rígidos moldes.

La leyenda de Teseo, el héroe que acabó con el Minotauro, cuenta de un asaltante de caminos, Procustes, que forzaba a sus víctimas a acostarse en su cama de hierro, estirando a los más cortos y cortando pedazos de los más largos, suplicio que Teseo le aplicó para acabar con esa maldición…

Los planificadores venezolanos se estrellaron contra la realidad

La planificación es el equivalente de la cama de Procustes: querer imponer fórmulas a un país, en medio de la vorágine del cambio. Y el ejemplo más reciente y descabellado es lo que sucede en Venezuela, que apostó por altos precios del petróleo y creyéndose inmune a las correcciones de los mercados, acabó con su aparato productivo interno para encontrarse actualmente con petróleo barato, sin producción y sin ingresos sustanciales, fuera de la droga que trasiega a Europa.

En el mundo del trabajo la gente se tiene que adaptar continuamente a la innovación, a los desafíos de los mercados, a la competencia implacable de otros productores, a los designios de Dios. Tiene también que estar soportando las ocurrencias y las arbitrariedades de los autonombrados planificadores del quehacer ajeno, entre otros, de las comisionadas que llegan a negocios sin saber de ellos pero con ideas preconcebidas y prepotencia.

Los planificadores cubanos y venezolanos han logrado, gracias a la planificación totalitaria, extremos de escasez nunca antes vistos en el Hemisferio.

“Sus planes quinquenales” se estrellaron contra la realidad…