Un régimen que ha dejado a escolares sin libros de texto

Presidente: la barca de la que usted es timonel, cada día que pasa va más a la deriva, en medio de mares tormentosos…

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2015-01-05 5:00:00

Pocos libros de enseñanza ha repartido el régimen en las escuelas del país, lo que augura un oscuro futuro para los niños y jóvenes salvadoreños.

Buenos libros de texto, ilustrados y con positivos contenidos, son la base de la educación; libros que indoctrinan y siembran el odio, por el contrario, enferman cabezas y almas. Y cuando no hay libros sino que todo se basa en exposiciones orales, los escolares egresan con sus cabezas confundidas y sin las herramientas que les faculten construir con acierto sus vidas.

En sus contradictorios objetivos, el régimen reparte uniformes y zapatos a destiempo, a lo que se suma la ocurrencia del vaso de leche; por otro lado, se gastan millones —si se pueden creer las cifras que pregonan—, en campañas de alfabetización.

A lo que estamos llegando es a un estado de analfabetos funcionales, gente que sabe leer pero que no acaba de entender lo que lee ni le sirven esas lecturas para manejar mejor sus vidas.

La carencia de buenos textos escolares es uno de los efectos del despilfarro de recursos, de equivocadas prioridades y de no entender cómo funcionan las sociedades pacíficas y productivas. En su desquiciada marcha hacia “el socialismo”, los comunistas están hundiendo al país en la insolvencia, la bancarrota moral, el desastre económico y el desorden institucional.

Todavía el régimen puede echar marcha atrás, compadecerse de los sufrimientos y angustia que sus políticas han provocado, hacer un esfuerzo por combatir con sensatez al crimen organizado, reconocer que el esquema comunista fracasó y “abrir los ojos a las realidades”.

La quiebra de la utopía se ilustra con el caso cubano, que al colapsar el mercado del petróleo los ha dejado en una ruina social, sin otra salida que iniciar la marcha de vuelta.

Todavía se puede detener

la caída en el desastre total

Un buen inicio sería renovar el gabinete, por hoy compuesto por figuras grises sin ejecutorias en su haber, e incorporar a personas experimentadas y capaces para que tomen en sus manos recomponer las distintas áreas del aparato gubernamental.

Y, en esto, lo que a gritos se debe cambiar es la dirección de los servicios de Salud que, en palabras de la mayoría de médicos que da atención en los hospitales, ha casi colapsado, encontrándose en una terrible lipidia que afecta a los pacientes, enfermos que no tienen más alternativa que recurrir a los nosocomios y clínicas públicas.

No hay área del quehacer nacional que no esté en crisis, sobre todo, por culpa de los nombrados para dirigirlas, como de la cuasi quiebra estatal, bancarrota causada, a su vez, por incompetencia y por despilfarros.

Y a eso se agrega el problema de la corrupción —funcionarios con sueldos fijos que, en cuatro años, se transforman en potentados—, del tráfico de ilícitos y, encima de ello, el de un país donde la extorsión y el crimen son un espantoso flagelo para comunidades indefensas.

Presidente: la barca de la que usted es el timonel, cada día que pasa va más a la deriva, en medio de mares tormentosos…

La dirección del partido, de la agrupación de “compañeros” que se creen en posesión de la verdad, en apariencia, oye voces desde lo alto que les empuja a perpetrar mayores barbaridades en el curso de los meses.

Es tiempo de que sacudan el polvo que empaña sus ojos y sus relojes.