Nada de andar con medicinas; los enfermos se curan solos

En mi pueblo, nos dice un conocido, nadie anda con eso de médicos, medicinas de farmacia, pastillas patentadas; cuando alguien se siente mal busca quien ahuyente al mal de ojo o se pone en manos de un sobador

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Víctor Merino y Odir Flores en el entreno de este miércoles en el Calero Suárez. Foto EDH

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2014-12-17 5:00:00

Las enfermedades, en un ochenta por ciento, “se curan solas”. Y como se curan solas de acuerdo con un diputado comunista, es que el régimen está dosificando la entrega de medicamentos. Por eso ninguna persona que vaya a pasar consulta a uno de los hospitales o clínicas públicas tiene que sorprenderse de que no le den medicinas.

Será la naturaleza, el buen Dios, o la suerte, la que la curará, no los medicamentos en caso de que la ruleta de Salud Pública lo despache a su casa sin un remedio con que aliviarse.

A ojo es que, en adelante, de aplicarse la norma anunciada, los galenos recetarán o no recetarán. Si alguien es sospechoso de fingir malestares, o pueden atribuirse estos a los síntomas que presenta, a nervios nerviosos, no hay motivo para darle medicamentos escasos —y escasos son por la calamidad del sistema— cuando lo seguro es que en unos días va a estar alentado y alegre.

Es claro que en esa ruleta —de pacientes que fingen y pacientes realmente enfermos— un fingidor puede salir con pastillas y jarabes mientras uno de veras enfermo irse a su casa sin nada y luego partir de este mundo cruel. Pero tanto los unos como los otros, los que salen con botes y sobres al igual que los que salen sin nada, en cosa de semanas estarán felices y tranquilos: una parte en este valle de lágrimas, la otra en los jardines del Señor.

La razón de dosificar medicamentos también se apoya en las realidades salvadoreñas. ¿Por qué gastar en medicamentos si a este señor que vive en un área conflictiva pueden luego matarlo los muchachos?

¿Para qué medicinas y farmacias cuando hay sobadores y brujos?

El señor diputado debe llegar a sus tan sensatas consideraciones, por el hecho de que existen hipocondríacos, hombres y mujeres que no oyen la descripción de los síntomas de una terrible enfermedad, sin comenzar a sentirlos. En ese momento les duele la tripa, sienten fríos por la noche, escuchan zumbidos…

Tanto así que una de las glorias del teatro universal, Moliere, escribió una comedia titulada “El enfermo imaginario”. Y Moliere estaba tan consciente de la inutilidad de pociones, ungüentos, mezclas de diversos polvos y menjurjes, etcétera, que se cuenta que estando para morir le anunciaron que había llegado el doctor a verlo.

“Digan por favor al señor doctor que agradezco su visita, pero que estoy demasiado enfermo para recibirlo…”.

Hay que agregar a esto que el señor diputado no está solo en sus posturas. Uno de los titulares de Salud les dio una gran insultada a los fabricantes de medicamentos acusándolos de ganar más dinero que los narcotraficantes, pero su motivación debe haber sido el no creer en remedios, sino en tener una gran fe en los poderes curativos de la naturaleza.

Y es por no creer en remedios que la anterior titular les instó a los médicos del Zacamil a usar su imaginación para curar a los pacientes. Imaginación, no brebajes ni inyecciones.

En mi pueblo, nos dice un conocido, nadie anda con eso de médicos, medicinas de farmacia, pastillas patentadas; cuando alguien se siente mal busca quien ahuyente al mal de ojo o se pone en manos de un sobador.

Y para eso, también, hay localidades en Sonsonate donde con humo de puros y cánticos se alienta la gente…