Se mueven con fósforos para ver a qué le dan fuego

Mientras más controle un régimen a los medios, menos diversidad habrá y, adicionalmente, menos calidad, hasta llegar a la repugnante situación de Cuba y todas las dictaduras

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Maquinaria pesada está trabajando en la cancha de la UES. Foto EDH

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2014-11-19 5:00:00

Más de una veintena de estaciones de televisión, más de doscientas radiodifusoras, los servicios de radio y televisión por satélite, lo que se puede ver en la Internet y otras opciones son la oferta a mano de la mayoría de salvadoreños para entretenerse y pasar el tiempo.

En tales circunstancias, las indagatorias que la Superintendencia de Competitividad ha iniciado “para mejorar el control del Estado en ese campo”, son artificiosas, es meter mano en lo que gracias a la competencia y la libertad de expresión funciona bien y funciona en favor de la gente.

En una carta enviada a los medios televisivos, la Superintendencia les convoca para una evaluación obligatoria, en la cual posteriormente les pide una serie de datos que son de carácter confidencial, como facturación e ingresos de las empresas y, por tanto, no tienen por qué responderlas. Si la ley no lo manda, el ciudadano no tiene obligación de acatar caprichosas medidas.

La Superintendencia no debe moverse con una caja de fósforos en la mano buscando a qué darle fuego, como sucedió con los acosos perpetrados en contra de los comerciantes de granos y que como consecuencia afectó el ágil abastecimiento de alimentos básicos al país además de subir los precios.

La posición en un mercado, sea el televisivo o cualquier otro, depende de los servicios y la calidad de lo que se ofrece, de la buena administración, de ver hacia adelante. Y si en el país hay más de doscientas radiodifusoras es que la competencia funciona en beneficio de los oyentes y televidentes.

Y esa posición, además, se debe ganar día a día, en un permanente plebiscito público.

La calidad es fruto de esfuerzo, de creatividad y de confianza

Hay otros mercados en los que el número de participantes es muy reducido, como el del petróleo, sin que eso, hasta el momento, haya conducido al establecimiento de monopolios. Sin embargo, por desgracia, no se puede descartar que el régimen cargue los dados a favor de una compañía para eliminar al resto, como lo hizo con el financiamiento de las tarjetas de crédito.

Mientras menos interfiera “el Estado” en la difusión de noticias, programas, eventos, opiniones, hechos, realizaciones, obras y creaciones de artistas, pensadores, investigadores y gente común y corriente, mejor andarán las cosas y mayor pluralidad va a existir.

Por el contrario, mientras más controle un régimen a los medios, menos diversidad habrá y, adicionalmente, menos calidad, hasta llegar a la repugnante situación de Cuba y todas las dictaduras, donde no existen medios de difusión sino sólo órganos de propaganda de la peor especie.

Las emisoras y publicaciones oficiales, o ligadas al oficialismo como es el caso de unos cuantos canales y un pequeño diario, son siempre de pésima calidad, no los mira ni lee la gente que puede escoger otra cosa, se sostienen de manera artificial, no por decisión de un anunciante o un televidente.

La calidad de contenidos no es una cuestión de casualidad, sino que obedece a continuos estudios del mercado, a inversiones en tecnología y “talento”, a confianza del público, “a una poca de gracia”.

En eso nuestro país es privilegiado, por contar con emisoras de toda clase superiores a lo que hay en el resto de la región. Pero quieren darles fuego…