No quieren los hongkoneses renunciar a su democracia

Fue el ejemplo de Hong Kong y del resto de Tigres de Asia lo que hizo posible que Deng pusiera de cabeza el esquema, encarcelara a la viuda de Mao y sus secuaces ("la Pandilla de los Cuatro") y diera paso a la economía libre

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/ Foto Por Marlon Hernández

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2014-10-05 5:00:00

No hay tregua en las protestas de los hongkoneses contra la imposición política de China roja, que pretende designar a un gobernador muy repudiado por los pobladores, violando los acuerdos firmados con Gran Bretaña sobre la autonomía del territorio y el respeto a la democracia.

La China actual es una nación bastante libre en la que funciona en gran medida una economía de mercado pese a que el derecho de propiedad no está plenamente reconocido. Y al funcionar los mercados, el dejar pasar y dejar hacer, el ámbito de control del régimen, del Partido Comunista Chino, está primordialmente reducido a regular e intervenir ciertas áreas económicas, a la política exterior y la defensa, a un número de obras públicas en su mayoría defectuosas y al estribillo sobre Taiwán y la unidad de China.

Esto choca con la voluntad de los hongkoneses, que quieren decidir quién los gobierna y bajo qué esquemas pero ceñidos a un Orden de Derecho.

Y de Orden de Derecho, de leyes y principios que están sobre la voluntad de un régimen, de una generación o inclusive de la condición humana, ni entienden ni aceptan los comunistas chinos o de cualquier pelaje, origen y entendederas. De allí la insistencia en pasar por encima de cláusulas pétreas, lo que garantiza el derecho del individuo y de las minorías, para imponer la arbitrariedad y los actos de fuerza.

Contra la pretensión o la imposición se han rebelado centenares de miles de hongkoneses, que no renuncian a la democracia ni renuncian a dirigir ellos su destino dentro de los límites de un Estado libre. Y para demostrar su repudio a los actos del régimen central de Pekín, una porción significativa de los pobladores ha ocupado las calles del centro financiero, montado tiendas de campaña y grupos cívicos, preparados para todo.

Pero “todo” pueden ser muchas cosas, como lo dejan entrever los del partido en Pekín. Y todo implica el uso de la fuerza para desalojar las calles, lo que además coloca a la policía de Hong Kong en el grave problema de usar la violencia contra sus propios conciudadanos, amigos y hermanos.

De hecho, una parte de los que protestan se abren a la posibilidad de parlamentar, pese a que entenderse con dictadores lleva consigo la probabilidad del fracaso, del engaño y en muchas ocasiones, de sangre y de víctimas. Pues como los fundamentalistas o cualquier fanático, el entendimiento es sólo la ocasión para reagruparse y fortalecerse, como sucedió en este país con los “acuerdos de paz”, una farsa que ahora se trata de llevar a su final.

¿Cómo explicar que el socialismo es el camino a la gran pobreza?

Hong Kong fue siempre una espina en el costado de Mao y los comunistas, que no lograban explicar cómo un pequeño territorio al que durante décadas se trató de aislar inclusive cerrándole el abastecimiento de agua, fuera muy próspero cuando en China se estaba al borde de la hambruna.

Y fue el ejemplo de Hong Kong y del resto de Tigres de Asia lo que hizo posible que Deng pusiera de cabeza el esquema, encarcelara a la viuda de Mao y sus secuaces (“la Pandilla de los Cuatro”) y diera paso a la economía libre. Hay libertad para producir y comerciar, empero, pero falta para expresarse, criticar y oponerse.