Los impuestos son costos, y los costos los paga la gente

No hay causa sin su efecto y no va un régimen a meter impuestos hasta llegar al hueso de la economía, sin que eso repercuta de manera negativa en el costo y calidad de vida, en los precios de todo, en los niveles de empleo

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El mediocampista Jaime Alas regresará a la Selección Nacional. El jugador ha sido titular en los últimos partidos de FAS. 

/ Foto Por Cortesía Raúl Pleitez

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2014-09-01 5:00:00

Todo impuesto es un costo, y los costos, sin remedio, tienen que pasarse a los usuarios de servicios o compradores de bienes, a menos que se reciban subsidios que los compensen.

El régimen cree que, en el caso de los bancos, que en palabras del ministro de Hacienda “son invitados, en este país, son banca extranjera… vienen a hacer negocios aquí… no deberían trasladar (los nuevos impuestos) en relación con lo que ganan…”, ellos deben absorber esos impuestos, por una especie de pago por operar en este suelo.

Este, sin embargo, no es el mejor mensaje a potenciales inversionistas extranjeros ni tiene sentido juzgar si alguien gana poco, gana “lo justo” o gana mucho.

Al afirmar “yo creo que esa es una audacia… decir que lo van a trasladar es decir: mire, el impuesto que me toca pagar a mí, yo no lo voy a pagar sino que se lo voy a trasladar… yo siento que no deberían hacer eso, deberían ellos honrar esto y colaborar con este país que les permite hacer buenos negocios…”, se manda un muy mal mensaje a productores tanto extranjeros como nacionales.

Son extranjeros, ciertamente, como también son extranjeros los casi dos millones de salvadoreños dispersos en el mundo que, además de trabajar en iguales condiciones a los nacionales de los países donde residen, mandan más de tres billones de dólares a sus parentelas aquí, sin que otros gobiernos siquiera piensen detener esa salida de recursos.

Lo grave es que el régimen esté pensando que pasar los costos a las clientelas “es una audacia”, cuando es lo normal, o más que normal, lo obligado para poder operar.

Tampoco es que el país “les permita” operar, pues se trata de esquemas vigentes en las naciones democráticas. Si el régimen piensa que está en sus manos permitir o no permitir, es que está desmarcándose de la práctica internacional, lo que puede tener consecuencias desagradables.

Tras el recaudador de impuestos van los extorsionistas que matan

Costos son costos. Si un grupo de diputados tiene la ocurrencia de decretar fiesta con asueto el “Día del Padre”, en una tierra donde lo acostumbrado es que la mayoría de padres abandone a sus hijos, quien paga el desaguisado es el público a través de los precios o las calidades; igual con restricciones laborales, salarios mínimos, exigencias burocráticas, los papeleos y los sobornos para aligerar trámites: el público paga todo eso; si además los costos se van por el tejado, el país sufre las consecuencias al ser menos competitivo.

No hay causa sin su efecto y no va un régimen a meter impuestos hasta llegar al hueso de la economía sin que eso repercuta muy negativamente en el costo y calidad de vida, en los precios de todo, en los niveles de empleo, en la seguridad alimentaria. Y a ello se agrega otra desgracia: que tras el recaudador de impuestos, o adelantándose a él, van los pandilleros extorsionando, con la diferencia en tal caso de que no pagar es exponerse a morir.

Muy valientes son los toros que siguen adelante pese a las dos puyas…

No hay que ir muy lejos para saber en qué termina un pueblo cuando un régimen quiere dictarle lo que debe hacer y cómo lo debe hacer: en un desastre a lo venezolano, donde la comida está siendo racionada.