Condenan a dos perpetradores del genocidio camboyano

Los jemeres fueron, en su momento, como son hoy los Boko Haram, de Nigeria, y los ISIS, de Siria/Iraq, bandas de enloquecidos que destruyen todo a su paso y someten a la servidumbre a poblaciones enteras

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Rayo mata a niña y a su perro

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2014-08-07 5:00:00

Un millón setecientos mil camboyanos murieron en condiciones atroces en los cuatro años que los jemeres rojos, comunistas, estuvieron en el poder en ese país asiático, un genocidio sin paralelo en la historia contemporánea pese a los sesenta millones de muertos causados por Mao, en China, y los cuarenta millones de Stalin.

En memoria de las víctimas un tribunal condenó a cadena perpetua a dos cabecillas de aquel movimiento, a Nuon Chea, en aquel entonces secretario del partido comunista de Kampuchea y a Khieu Samphan, presidente de lo que se llamó la república “democrática”.

En su demencia, los jemeres quisieron hacer de Camboya, una nación hasta entonces pacífica, un modelo de sociedad agraria, para lo cual forzaron la evacuación de ciudades y todo el entramado urbano: hospitales, oficinas, escuelas, entidades de gobierno… pacientes marchaban arrastrando sus camillas hasta morir, como sucedió con familias que llevaban niños y ancianos, jóvenes, adolescentes, trabajadores, profesionales, la población entera.

Los que sobrevivieron a las caravanas fueron internados en campos de reeducación, en los que trabajaban casi sin descanso en labores puramente agrarias. Y quien se resistía o simplemente estorbaba al no cumplir con su asignación, era muerto allí mismo.

De aquel horror quedan innumerables testimonios, una parte de ellos recogidos en el documental “The Killing Fields”, los campos de exterminio, similares a los campos de concentración de los nacionalsocialistas de Hitler y los siberianos de la época de Stalin.

Camboya fue una colonia francesa como toda la Indochina hasta que los estadounidenses dejaron de apoyar a Francia en su guerra contra la subversión, se posesionaron de la región y, finalmente, se hicieron derrotar al suspender los bombardeos en las áreas controladas por Ho Chi Minh; el dominó de naciones cayó uno tras otro, se impuso el comunismo, se provocaron hambrunas y gran miseria —lo invariable de los regímenes rojos— hasta que, confrontados con la realidad dieron un viraje al capitalismo y a la prosperidad.

Vietnam es ahora el país donde se llevan a cabo más privatizaciones…

Siempre queda la disyuntiva:

hombres libres vrs. embrutecidos

Es imposible borrar las profundas heridas que dejó la brutalidad de los jemeres en familias, personas, en la memoria colectiva. Aunque los testigos de aquel horror eran entonces niños, las imágenes y los amargos recuerdos quedan, como la tremenda tristeza de no ver más a los seres queridos.

Y a ello se agrega que una parte de la herencia cultural y artística del país, incluyendo los templos y el gran santuario de Angkor, fueron saqueados o dañados. Los jemeres fueron, en su momento, como son hoy los Boko Haram, de Nigeria, y los ISIS, de Siria/Iraq, bandas de enloquecidos que destruyen todo a su paso y someten a la servidumbre a poblaciones enteras.

Poco a poco Camboya se ha ido recuperando, pero al desaparecer su entramado cultural y moral, así como sus estructuras económicas, hay lacras que persisten, entre ellas la costumbre de vender a niñas para que ejerzan la prostitución.

El espanto de esos años fue consecuencia de un intento de “reingeniería social”, de querer forzar modelos mentales sobre un conglomerado como lo intentaron los nacionalsocialistas con el mito de la “raza pura” y los comunistas con la “sociedad sin clases”. Y todo se estrella contra la superior realidad humana de la diversidad infinita y el deseo de querer decidir su propio destino.

Es la disyuntiva entre el embrutecimiento y los espíritus libres, entre sociedades encarceladas y sociedades abiertas.