No es un Estado fallido, sino un Estado Sitramss

El que seamos un Estado Sitramss tiene una causa: los que están en el poder asumen tener en sus manos la plena sabiduría, ser los dueños de la verdad, no necesitar discutir con nadie ni consultar con nadie

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2014-08-14 5:00:00

El Salvador no es un Estado fallido, por el momento, pero sí puede llamársele un Estado Sitramss, en el que se sale adelante por casualidad, donde la gente se defiende como puede, abundan las torpezas y el régimen promete de todo.

El mayor agobio es la delincuencia, que día a día cobra su cuota de víctimas inocentes pero que no tiene solución visible. Lo último es la policía comunitaria —siempre se sale con eso de la prevención pero, además, a mediano o largo plazo— y las seguridades de que no hay rincón del país en que no funcione la institucionalidad, lo que viene a ser un cuento de hadas.

El que seamos un Estado Sitramss se debe a una causa: los que están en el poder asumen tener en sus manos la plena sabiduría, ser los dueños de la verdad, no necesitar discutir con nadie ni consultar con nadie. Se dice que para formular la política fiscal, una especie de plana mayor roja lo decidió con Hacienda, imponiendo sus criterios, compaginen estos o no con la práctica de los tiempos actuales.

El Sitramss lo refleja todo.

Primero la promesa: se apropian de una excelente iniciativa del alcalde Quijano pero, a puras pensadas, la ensanchan, extienden sus recorridos, montan carriles propios y dejan una sola y angosta vía en cada sentido para el resto del tráfico vehicular, arruinan dos parques, hacen los trabajos en horas pico, la supervisión y la administración de cada etapa son deficientes, destrozan las calles alternas y provocan un colosal y permanente embotellamiento, que a juicio de muchos puede ser una especie de golpe de muerte para el Centro de San Salvador.

¿Qué va a suceder cuando un destartalado automotor dé su último suspiro en uno de los estrechos carriles?

Lo probable es que el plan haya sido urdido por uno de esos inefables consultores brasileños, como el gran hoyo de El Chaparral…

Se destinaron $260 millones,

pero no se ven resultados importantes

Y hablando de El Chaparral, la Asamblea –tan presta para montar juicios políticos con sólo que se lo pidieran de Capres como ocurrió cuando un beodo estrelló un Lamborghini– suspendió las indagatorias de esa descomunal gusanera que son las obras de CEL. El país, que es todo menos bonancible, se ha visto forzado a pagar cientos de millones a causa, es de imaginarse, de contratar firmas de Brasil con recomendación, empresas con enchufes locales.

Por desgracia la mala administración, lo que un administrador de mediana categoría NO HACE, se refleja en todo el quehacer estatal: en la ejecución de presupuestos, en no calcular bien los costos de tareas y programas, en desperdicios, en falta de previsión. Y a ello se suman los programas/ocurrencia como el reparto de semillas, creyendo que esa es una solución para la agricultura, o los zapatos escolares que no se les pagan a tiempo a quienes los elaboran.

En palabras del Ejecutivo, el previo régimen, el del antiguo criticador convertido en insultador, destinó doscientos sesenta millones para sus programas “sociales”. Pero al contemplar la realidad escolar o la situación de la pobreza, es difícil descubrir dónde se gastó ese enorme caudal, pues no se encuentran los fulgurantes resultados.

Como las casas infestadas de termitas, hay señales y crujidos hasta que, en un mal momento, todo comienza a desintegrarse…