Víctima de la irresponsabilidad, un joven muere soterrado

Lo que siempre falta es que constructores y caporales se ocupen de minimizar los riesgos que hay en cada fase del desarrollo de una obra, desde los cimientos hasta los techos

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Argentina y Alemania se vuelven a encontrar en un Mundial. Solo uno podrá festejar el domingo. Foto EDH

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2014-07-10 6:00:00

“Un trabajador murió soterrado esta mañana mientras cavaba una zanja de 12 metros en San Marcos, reportó la Cruz Roja…el joven”, dice la noticia de EL DIARIO DE HOY, “trabajaba en un proyecto de encauce de aguas negras ordenado por la Alcaldía de San Marcos a una empresa privada. La víctima laboraba para esa constructora…”

Que un trabajador, padre de dos niños, muera soterrado no es un accidente, mala suerte o desgracia, sino el resultado de la repugnante irresponsabilidad, de poner a un obrero a cavar zanjas sin colocar una estructura en la excavación que evite que esta colapse.

Quienes alguna vez han dirigido de manera responsable obras de esa naturaleza saben que el riesgo de que un terreno colapse cuando se corta verticalmente es muy grande, más a la profundidad de la zanja en la que murió el joven. Y para evitarlo se ponen enconfrados temporales cuando la profundidad es mayor que la altura del que cava. Los enconfrados van descendiendo a medida que la obra progresa.

Lo que siempre falta es que constructores y caporales se ocupen de minimizar los riesgos que hay en cada fase del desarrollo de una obra, desde los cimientos hasta los techos.

La seguridad en el trabajo es un arte/ciencia/práctica/hábito/reglamentación o como se le quiera llamar que, en sus formas rudimentarias siempre aplica, pero que es a partir de la edad industrial que va tomando cuerpo. Mientras más complejos sean los procesos para fabricar o elaborar productos, mayor cuidado se toma en procurar que quienes participan en ellos no se expongan a contaminarse, sufrir percances, caerse, herirse, etcétera.

Para ello hay una amplia gama de recomendaciones y requisitos, desde obligar a los operarios de máquinas a no llevar en su vestimenta bolsas o ropa suelta, calzar zapatos con puntera de acero y colocarse gorros, anteojos, orejeras y guantes, hasta los ropajes estilo astronautas de médicos y enfermeros que deben tratar pacientes con males altamente contagiosos, como es el caso de los que atienden enfermos de ébola, en África, una enfermedad fulminante y mortal.

Hay asociaciones que velan por la seguridad industrial, califican a las empresas que cumplen con normas y recomendaciones, dan asesoría. El Grupo Editorial Altamirano destaca en eso, asistido por jefes y personal entrenado, una clínica entre las mejores de su clase y la conciencia de todos.

Accidentes no hay, sino efectos de la irresponsabilidad

La mayoría de sicólogos sostiene que “accidentes” no hay, sino hechos o desgracias producto de la imprevisión o actos irresponsables. Quien se cae en el dormitorio o bajando una escalera en una oficina, es víctima de sus descuidos o de fallas de quienes colocan alfombras sueltas en un piso, no diseñan bien los peldaños de la escalera y no colocan pasamanos.

Y de allí un viejo consejo a los conductores de autos: toma las precauciones pensando en que de cada tres automovilistas que encuentras, uno anda borracho, el otro va sin frenos y el tercero acaba de aprender a manejar un vehículo.

La construcción es una actividad que, por su misma naturaleza de estar fabricando algo que no había antes, requiere de especial cuidado, como asegurarse de la resistencia de los andamios, procurar que el manejo de cargas grandes de materiales sea seguro, hasta suministrar agua a los laborantes.

Y fue por una irresponsabilidad que el pobre joven murió soterrado en un país donde “la vida no vale nada…”