Si se ven las humaredas es que son contaminantes

Falta por hacer un cálculo de lo que el gobierno gasta en curar males respiratorios. Esos males forman parte de las lacras de la pobreza y del subdesarrollo que, a su vez, son consecuencia de malas políticas

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elsalvador.com

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2014-06-10 6:00:00

Cualquier automovilista y transeúnte mira, con sus ojos, cuál es una de las principales causas de la contaminación ambiental: las descargas de humo pestilente de motores en mal estado, que circulan pese a regulaciones y leyes que lo prohíben.

El problema tiene una causa: la imposibilidad de aplicar reglamentos que solo con vehículos casi nuevos y en buen estado se pueden cumplir. Y como la alternativa es la perfección o el desastre, se opta por el desastre, pues montar centros de revisión de vehículos es muy costoso para un país que está al borde de la insolvencia.

Sacar de circulación los vehículos más contaminantes se podría lograr limitando los años de vida de servicio —que en este país sobrepasan con mucho las normas internacionales—, dotando a ciertas unidades policiales de detectores especiales, y llevando más exactos registros de unidades y sus motores.

En un tiempo había en distintos puntos de la capital monitores que medían la contaminación del aire, pero se suprimieron, o ya no funcionan, o dejó de existir ese control. Pero, en todo caso, saber que el aire está contaminado, que pone en peligro la salud de la gente y no hacer nada, es como vivir debajo de una montaña que se puede derrumbar en cualquier momento y no escapar.

El país entero sufre las consecuencias del aire sucio

Los males que acarrea la contaminación ambiental son muchos además de los lógicos, que son las enfermedades pulmonares. Pero puede estarse seguro de que respirar aire contaminado lleva a otras dolencias, incluyendo cáncer de la garganta como el que sufren los fumadores de habanos, padecimientos de la piel y los efectos de la suciedad que se acumula en todos los espacios cercanos a las calles.

Y ahora, a esa camándula de peligros se suman los tranques del Sitramss, el programa estrella con que el pasado desgobierno quiso cerrar su catastrófica gestión.

El problema se remonta a la desgraciada presidencia de Julio Rivera, individuo que desgobernó al país hace cincuenta años y que tuvo, como una de sus ocurrencias, desmantelar las empresas de transporte público, que eran pocas pero muy eficientes, para repartir los permisos a los buseros individuales, diluyendo en efecto, responsabilidades y volviendo difícil lograr eficiencia.

Esa atomización industrial se repitió con la tierra durante la segunda junta de los Ochenta, un acto que arruinó para siempre la productividad del agro y la fuerza agrícola que tenía El Salvador.

Las enfermedades pulmonares están entre las primeras causas de muerte de la población, pero además, aunque no causen la muerte, afectan la salud y la calidad de vida, lo que ensombrece los años dorados de los sobrevivientes. Las personas envejecen más rápido, y las víctimas en primera línea son los vendedores ambulantes y los peatones, además de los negocios de todo el centro urbano de la ciudad.

Falta por hacer un cálculo de lo que el gobierno gasta en curar males respiratorios…

Esos males forman parte de las lacras de la pobreza y del subdesarrollo que, a su vez, son consecuencia de malas políticas, del intervencionismo en los mercados, de catástrofes naturales, de guerras y pestilencias. La política de subsidios acarrea, como uno de sus efectos, que buses en condición de chatarra sigan circulando para cobrar los tales subsidios, lo que equivale a que un gobierno financie la contaminación del aire.