Del nacionalsocialismo al Boko Haram de Nigeria

En la mayor parte del mundo islámico, cambiar de religión o contraer nupcias con un "infiel" lleva a la muerte, la que inclusive pueden ejecutar mahometanos que descubran a un apóstata

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Romelu Lukaku le anotó tres goles a Luxemburgo en juego amistoso. Foto EDH

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2014-05-26 5:00:00

Arecibir cien azotes y luego morir en la horca ha sentenciado un juez de Sudán a la señora Meriam Ibrahim porque ella rehusa renunciar a su fe cristiana, pena que será llevada a cabo una vez que dé a luz a su criatura (la señora está embarazada). Acusan a la señora de adulterio por tener relaciones con su esposo, que es cristiano y de nacionalidad estadounidense, además del mortal delito de apostasía.

En Sudán, como en la mayor parte del mundo islámico, cambiar de religión o contraer nupcias con un “infiel” lleva a la muerte, la que inclusive pueden ejecutar mahometanos que descubran a un apóstata. Y ese extremo de celo aplican familias musulmanas en Europa, donde se dan casos de padres, hermanos y tíos que matan a sobrinas e hijas por mantener relaciones amorosas con personas de otra confesión religiosa.

En Bangladesh un parlamentario intentó anular las leyes contra la apostasía, lo que provocó que lo asesinaran. Y las personas que por alguna frase, acto o conducta se vuelvan sospechosas de irrespetar al Profeta o incitar a los fieles a abjurar del Islam, corren peligro de que los maten o los linchen.

El caso de la señora Ibrahim ha suscitado un revuelo mundial, la repulsa de varios gobiernos y ha puesto en marcha campañas para que, de inmediato, se anule la condena y sea ella liberada. Y en esto se trata de validar, en todo el mundo, un principio esencial de la civilización: la libertad religiosa, la que, a su vez, es parte de la libertad de pensamiento y la libertad de expresión.

La ofensiva del fanatismo

y la demencia contra la civilización

La humanidad no puede tolerar los intentos de imponer la intolerancia, la persecución por ideas, las quemas de infieles, los holocaustos y los gulags de Hitler y Stalin.

Al día de hoy causa horror contemplar, en la Unter den Linden, de Berlín, un foso cubierto con una gruesa placa de vidrio, en el sitio donde los nacionalsocialistas de Hitler quemaron libros y documentos, quemas que se vienen realizando desde que se inventó la escritura y que, presuntamente, se seguirán haciendo mientras existan movimientos fanáticos que rechazan lo que contradiga “su verdad”.

Y aquí vale señalar lo que diferencia a las religiones libres, racionales, de las sectas y movimientos de fanáticos, desde las corrientes fundamentalistas del Islam como los talibanes, hasta el comunismo y algunas sectas supuestamente religiosas: que mientras el cristianismo se basa en una pocas y racionales prohibiciones, plasmadas en los Diez Mandamientos (no matarás, no robarás…), con lo cual los hombres quedan libres para seguir sus propios caminos, los fanáticos intentan imponer regulaciones y ritos hasta en los menores detalles de la vida; el ser humano se transforma en un robot que va de acto en acto siguiendo un infernal libreto.

El último episodio de la ofensiva de la demencia contra la humanidad es la condena de la señora Ibrahim y las agresiones del Boko Haram, en Nigeria, donde el secuestro de doscientas adolescentes de una escuela ha sacudido al mundo.

Las jóvenes, según amenazan sus captores, van a ser vendidas como esclavas pero antes, de acuerdo con algunos testimonios, las están forzando a practicar formas extremas del fundamentalismo.

Lo que en sus rasgos básicos iguala las prácticas de las pandillas criminales en Centro-América, convertir a la persona en objeto.