Semana Santa, la mayor de las tradiciones cristianas

La Semana Mayor revive la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, retomando a la vez leyendas y tradiciones ligadas a los ritos de primavera, al milagro de la resurrección de la naturaleza

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elsalvador.com

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2014-04-16 12:00:00

Son bellos y espiritualmente edificantes los actos, procesiones, misas y liturgias con que la Iglesia Católica y otras iglesias cristianas celebran la Semana Santa, cultos antiguos en milenios que, en parte, han dado forma a nuestros principios y a nuestra cultura.

La Semana Mayor revive la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, retomando a la vez leyendas y tradiciones ligadas a los ritos de primavera, al milagro de la resurrección de la naturaleza después de los mustios y fríos meses del invierno.

Hay cierto leve paralelismo entre la leyenda de Mitras, un dios persa que se incorporó al panteón romano seis décadas antes de nuestra era, que durante los cuatro siglos posteriores disputó la supremacía religiosa con el cristianismo, hasta desaparecer. La representación más famosa de Mitras está en Londres, donde el dios mata al toro, un símbolo recurrente en gran número de religiones, el del sacrificio para salvar a la humanidad.

Al día de hoy la celebración de la Semana Santa, en unión con las fiestas patronales, constituyen los más importantes sucesos en la vida de las poblaciones, las ciudades y la capital. Son también los eventos más hermosos en las naciones de habla hispana, sobre todo en España, donde revisten un colorido, belleza y religiosidad que no se duplica en ninguna otra parte del mundo.

Las procesiones, llevar al santo patrono local, a las imágenes de la Virgen y a Jesucristo, en un recorrido por las calles de las ciudades, son la culminación de las solemnidades. Constituyen, a la vez, enseñanza, mueven a la compasión, obligan a ponderar nuestra conducta, nos integran en la fe compartida.

Muchos prefieren el recato

a las playas

En los viejos tiempos, cuando la iglesia, el templo, la catedral y la abadía eran las más importantes o las únicas construcciones de significado, y cuando las comunidades apenas tenían unas pocas diversiones, las celebraciones de la Semana Santa ocupaban gran parte del interés y los quehaceres de la gente. Así surgieron cofradías, se planificaban con meses de antelación las ceremonias, se trabajaba en los pasos, se esbozaban las “alfombras” multicolores sobre las cuales pasaba la procesión, se establecían jerarquías entre los fieles. Sin espectáculos, con apenas la música de unos pocos instrumentos, sin color en sus vidas y sus entornos, sin otros pretextos para montar actos multitudinarios, la Semana Santa cautivaba al pueblo por encima de cualquier otra manifestación colectiva.

Esos grandes despliegues de emoción y color se pueden contemplar ahora en las “semanas santas” que se realizan en grandes ciudades españolas como Valladolid, Granada, Córdoba, Úbeda, Cuenca.

Pero la que sobresale en gracia y majestad es la de Sevilla. Como en la mayor parte de poblaciones del mundo ibérico, cada barrio de la ciudad se esfuerza por ser el que presente los más lindos pasos y exhibe la mayor devoción, además de decorar con esmero e ingenio sus iglesias, templos y altares. Ese orgullo de parroquia se encuentra en Sonsonate más que en ninguna otra ciudad de El Salvador.

Muchas familias encontrarán más placentero y edificante quedarse en sus ciudades y participar en las ceremonias y solemnidades religiosas, a exponerse a los peligros, las incomodidades y las aglomeraciones de playas y paseos.

Cuidar el alma, volver a la emoción y a los embrujos de nuestra niñez, maravillarnos con las sagradas historias tiene sus grandes premios.