Sólo cuando les conviene hablan de consultar a la gente

¿Por qué, si hay tanto interés en conocer directamente lo que la gente piensa, se ha impuesto en forma casi brutal el Sitramss, incluyendo la destrucción de uno de los pocos y preciosos espacios verdes de la ciudad?

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La isla Conejo, ubicada en el golfo de Fonseca. Foto/ Archivo

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2014-03-30 5:00:00

El experto del TSE en victorias electorales “a como dé lugar” ya destapó el otro gato que tenía escondido en la manga: hay que consultar “al pueblo” los grandes temas de nación, saber lo que la gente piensa de asuntos como comercio exterior, moneda, deuda soberana, crecimiento económico, empleo… asuntos de naturaleza muy compleja pero que, dan a entender, pueden aclararse en plebiscitos y referéndums.

Lo que el de los milagros electorales no quiere reconocer es que el pueblo, la gente, los que saben y entienden, los líderes naturales de una sociedad, los vecinos destacados y la gente por sí misma, permanentemente discuten, opinan, se informan, ensayan, se expresan, analizan, comunican, exponen, se quejan…

Y eso precisamente es lo que diferencia a las sociedades libres de las regimentadas: de que dar sustancia a políticas, tendencias, a lo que es la opinión pública, o lo que piensa la gente sobre asuntos que la afectan o atañen, es un proceso dinámico que nunca se detiene y que a su vez se basa en la libertad de expresarse, de oponer, respaldar, criticar, informar.

Y para tutelar este derecho democrático esencial es que la Constitución establece que la forma de gobierno es libre y representativa, no “directa”, además de consignar pesos y contrapesos institucionales, los que ahora están en grave riesgo de suprimirse.

La mayor garantía a favor de la discusión pública de los asuntos de interés general o local es la libertad de expresión, lo que defiende ese derecho a conocer, opinar, comunicar y mover criterios. No es casual que las dictaduras del momento, las que actúan siguiendo únicamente sus intereses sin importar el daño que causen, se consolidaron vía plebiscitos y referéndums manipulados.

¿Por qué, si hay tanto interés en conocer directamente lo que la gente piensa, se ha impuesto en forma casi brutal el Sitramss, incluyendo la destrucción de uno de los pocos y preciosos espacios verdes de la ciudad?

¿En qué momento hubo consulta ciudadana y se puso a discusión lo que ha demostrado ser un esquema descabellado que causa más perjuicios que beneficios?

¿Cuándo han podido los afectados con los trabajos torpemente ejecutados hacer valer sus protestas?

Una desigual lucha entre ciudadanos amarrados y chacal suelto

A los ciudadanos y pobladores les abundan medios para externar sus ideas, debatirlas, refinarlas, exponerlas. Más bien el problema no es la carencia de espacios donde expresarse –sólo piénsese en lo que está al alcance por la Internet y los medios de difusión locales e internacionales, más las agrupaciones, asociaciones, gremios, sindicatos, grupos y hasta familias que dicen, hablan y se manifiestan— como para que alguien salga con la gran pensada de que se necesitan plebiscitos y referéndums para saber lo que “el pueblo” quiere.

Hay en esto otra faceta. Los regímenes de fuerza, y en eso se ha caído en este país, disponen de todo el dinero y los activistas para propagandizar y mover, pero quienes adversen lo que se plantea en un referéndum no disponen de esas arcas abiertas en las cuales puedan meter mano.

Literalmente lo de plebiscitos y referéndums resultaría ser un pleito entre ciudadanos indefensos y un chacal suelto, en el que la víctima serán los mecanismos e instituciones democráticas como operan en toda sociedad democrática y civilizada del mundo. “Le guste o no le guste a la gente…”.