Las inesperadas consecuencias de una “gran pensada”

Es más contaminante embolsar en plástico la porquería, que dejar que la lluvia y el sol rápidamente eliminen lo que el chuchito deja tras de sí. Hay que fijarse por dónde se camina…

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elsalvador.com

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2014-03-11 6:00:00

En California se aprobó una ordenanza, como también la hay en varios países europeos, de vender en tiendas y supermercados las bolsas plásticas para llevar lo que se compra, regulación que pretende obligar a las clientelas a usar varias veces la misma bolsa o carterón.

Pero, como señaló el pensador estadounidense Henry Hazlitt, no sólo hay que ver los efectos inmediatos de una ley o disposición, sino también las consecuencias de esas medidas a mediano y largo plazo. Y es precisamente lo que hace un articulista del Wall Street Journal, que encuentra perjuicios no anticipados, el primero de ellos la contaminación de bacterias de esas bolsas que se usan más de una vez.

“Muy pocos de los compradores que van con sus bolsas”, dice, “las lavan con frecuencia o las desinfectan, con lo cual se exponen a contraer enfermedades y específicamente las causadas por la E-col”.

Y a ello se suma otro perjuicio: que esas bolsas de varios usos son de plástico más grueso que las bolsas que ahora se dispensan en tiendas, plástico que por ser de un mayor calibre es mucho más contaminante.

Otro aspecto adicional es que las bolsas de los supermercados se utilizan para poner la basura que se genera en las casas o desechar el excremento de perros y gatos, lo que en los Estados Unidos es obligatorio pese a que es más contaminante embolsar en plástico la porquería, que dejar que la lluvia y el sol rápidamente eliminen lo que el chuchito deja tras de sí.

Hay que fijarse por dónde se camina…

Bacterias y patógenos, por desgracia, los hay por todos lados y no se puede esperar que alguien que no se lava las manos antes de comer o después de “ir al cien” va a reducir los chances de enfermarse siendo muy escrupuloso con las bolsas de comprados.

De allí que los desinfectantes de bolsillo, que se pueden tener a la mano cuando se necesiten, llenan la función del agua y los jabones cuando no es posible limpiarse antes de comer o después de darle la mano a un individuo de los que a todas luces no se cuidan.

Cada uno es responsable de cuidar su salud y su entorno

En la vieja educación, que fue desmantelada en los años Sesenta por “expertos”, entre ellos algunos italianos, se impartían tres materias que mucha falta hacen en estos tiempos: civismo era una, higiene y salud la otra y, la más importante, moral y buenos modales, o sea no perpetrar maldades y aprender a convivir con nuestros semejantes.

El civismo bien aplicado habría evitado parte de los excesos y truculencias que más tarde se han visto, mientras la higiene y la salud compensarían en alguna medida por el descalabro de los servicios de Salud Pública, colocados bajo la égida de redondos incapaces.

A los niños, entonces, les aleccionaban sobre su cuerpo y los buenos cuidados que deben prodigarse para estar y mantenerse sanos.

La ocurrencia que llevó a prohibir las bolsas es una muestra de cómo, con frecuencia, se legisla o se regula sin considerar los efectos a mediano plazo, o inclusive los inmediatos, que las leyes mal pensadas pueden acarrear.

A final de cuentas, cada uno es responsable de conservarse saludable y de cuidar el ambiente donde le toca vivir. Si hacemos lo que nos corresponde, todos ganamos.