“La guerra contra la pobreza” se está perdiendo en EE.UU.

La gran pensada del actual régimen salvadoreño es repartir ayudas, ayudas que no salen de bolsillos burocráticos, sino que son generadas por los productores, ayudas que conducen a la dependencia

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elsalvador.com

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2014-01-08 6:00:00

Ayer, ocho de enero, hace medio siglo, el presidente Lyndon B. Johnson, de Estados Unidos, declaró “la guerra contra la pobreza”, cuyo principal objetivo era procurar que todos los ciudadanos desarrollaran sus capacidades y pudieran sostenerse por sí solos.

Pero, dice Robert Rector, de la Fundación Heritage, “veinte trillones de dólares más tarde”, el porcentaje de pobres en Estados Unidos se mantiene igual, pero la mayoría de estos pobres reciben subsidios y se han vuelto dependientes en una u otra forma de ayudas.

Hay programas en esa guerra para dotar a los reales o imaginarios pobres de casas, darles vales para comprar comida, sostenerlos cuando pierden su empleo, para que se eduquen. De una pobreza causada por no trabajar, han pasado a una pobreza en la que siguen sin trabajar pero reciben dinero.

Y tener millones de millones de individuos y familias sin dar aportes sustanciales a la prosperidad del país, de vivir casi como parásitos, tiene un alto costo para el resto de la gente, señala Rector. Equivale a que un trabajador tenga amarrado un brazo y sólo labore con el otro.

Esto es un problema similar al de las familias centroamericanas que tienen parientes esforzados y trabajadores en el exterior y que les envían dinero, para que en los hogares recipientes se la pasen sin hacer mayor cosa.

Y por esas remesas es que mientras antes los salvadoreños iban a trabajar a Honduras y Nicaragua, ahora sean hondureños y nicaragüenses los que levantan las cosechas aquí.

Es raro que alguien aprenda en pellejo ajeno. Pese a contemplar el fracaso del benefactorismo en Europa y en los Estados Unidos, causante en parte de la quiebra de países como Italia, Portugal y Grecia, en Hispanoamérica la gran moda es hacerla de Robin Hood quitando a unos para repartir entre otros y con ello obtener réditos políticos, como está procediendo la presidenta de Chile, ciega a la realidad económica de su país, el único en el Hemisferio que ya clasifica como de Primer Mundo.

En vez de subsidios individuales, obras comunitarias

No extraña que la gran pensada del actual régimen salvadoreño es repartir ayudas, ayudas que no salen de bolsillos burocráticos, sino que son generadas por los productores, ayudas que conducen a la dependencia y destruyen incentivos.

De lo que la gente en general no se da cuenta es que los recipientes de las ayudas o subsidios estatales tarde o temprano pasan a depender de las ayudas y, además, a ser presionados: “te ayudo pero a cambio de apoyo, de mantener la boca cerrada, de tu sumisión”, como ya sucede en Venezuela.

Se termina en los regímenes populistas recibiendo mendrugos al costo de perder libertades, lo que obviamente no sucede en países democráticos que toman la ruta del libre mercado.

Rector se lamenta de que la parte positiva del programa de Johnson, la “Gran Sociedad”, se haya perdido y sólo quede la dependencia cruda. Originalmente, agrega, había un componente de recibir pero a cambio de contribuir con trabajo: a alguien se le puede dar un subsidio, pero este alguien paga con su trabajo, en labores generalmente comunitarias.

Es lo que no se hizo acá, pues en vez de ayudar a las comunidades, digamos reparando escuelas y prestando servicios, se optó por los famosos uniformes y zapatos fabricados por talleres a quienes les pagan tarde.