¿Por qué protegen a unos, pero no a “humildes” mareros?

En ningún momento los que sembraron el terror han abjurado de sus actos o reconocido la vigencia de principios morales y cívicos que definen la vida pacífica y constructiva

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elsalvador.com

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2013-12-04 6:00:00

¿Acaso no todos somos iguales? ¿Cuál es la razón de que el TSE proteja el pasado de ciertos delincuentes, pero que las autoridades exhiban, amarrados y humillados, a “humildes” violadores, descuartizadores, asesinos, extorsionistas y criminales?

El TSE, con el voto de distinguidos ciudadanos como don Walter Araujo, ha impuesto censura a los partidos políticos: quienes hablen del pasado de dos de los candidatos, pues el resto de candidatos no tiene ese problema, o parte de ese problema, se exponen a multas y sanciones. Que la Constitución de la República prohiba censurar, coaccionar o perseguir por hablar, decir, opinar, recordar o menear inmundicias son tortas y pan pintado.

En adelante tendremos múltiples salas de lo constitucional: la electa, los jueces de la República y los magistrados rojos del TSE, con el apoyo de don Walter Araujo y las bendiciones de otro candidato con tejado de vidrio.

La democracia como sistema político se basa en el voto libre, secreto, individual, informado y seguro. No se puede insistir lo suficiente en este hecho ni en la decisiva importancia que tiene cada condicionamiento.

Los del TSE piden mayor “cultura” electoral pero pretenden que esa cultura equivalga a esconder información a los votantes, tapar pasados delictivos y cuestionar la capacidad que tengan individuos que ni siquiera llegaron a bachillerato, para encaminar el desarrollo de un país en un mundo altamente complejo en el que día a día cambian condiciones.

Igualmente grave es que se justifiquen mordazas con articulados de leyes secundarias que, al imponerlas, facultan a funcionarios a violar derechos constitucionales básicos. La gente tiene todo el derecho de expresarse, señalar, acusar, recordar y sacar crímenes del olvido, como ha hecho la señora Maritza Rebollo al apuntar el dedo hacia quien capitaneaba la sangrienta guerrilla en los años de la locura..

Nada obtendrán,

pero pueden perder lo que ya tienen

No sólo fue Carlos Herrera Rebollo la víctima, sino también los niños que reclutaban como carne de cañón, innumerables hombres de bien, productores, un fiscal general, gente común, un gran jurista y cuatro escritores que publicaban en estas páginas.

Si un individuo, quien quiera que sea, no vaciló en ordenar secuestros, asesinatos y atrocidades para alcanzar objetivos que él se trazó, lo más seguro es que en el futuro pueda perpetrar similares barbaridades.

A ello hay que agregar otro hecho que debe inquietarnos a todos en este país: que en ningún momento los que sembraron el terror han abjurado de sus actos o reconocido la vigencia de principios morales y cívicos que definen la vida pacífica y constructiva.

En un momento en que El Salvador está sacudido hasta su médula por el espantoso desborde de la violencia, perpetrada por bandas que actúan como otrora la guerrilla, seguir ensalzando dictaduras como la castrista y la venezolana es la peor señal que se puede dar. Los dos candidatos comunistas no enarbolan como modelos a países prósperos, ordenados y pacíficos, sino a dictaduras tremendamente empobrecedoras y, en el caso de Bolivia, que pueden trasplantar a suelo americano los demenciales conflictos que sacuden al Medio Oriente.

Con la demagógica “ofrecedera”, la pobre gente que se deja seducir no se da cuenta de que no sólo no obtendrán lo que ahora les prometen, sino además se exponen a perder lo poco material que poseen, perder sus trabajos y, lo más espeluznante, perder sus libertades.