Como en las dictaduras, que todos sean espías

Lo que pretende el TSE, multar a los medios por lo que otros publican, constituye una doble persecución, además de ser un asunto subjetivo determinar si algo es "impropio" o no lo es

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Las cocineras del hospital nacional Dr. José Antonio Saldaña distribuían en depósitos desechables los pocos alimentos que habían preparado ayer por la tarde. Las raciones no tenían tortilla ni pan. Fotos EDH / Douglas Urquilla

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2013-11-05 8:00:00

El TSE quiere que los medios informativos ejerzan de censores, examinando, quitando, regañando y amordazando, como si periódicos, emisoras y los informadores en general, carecieran de escrúpulos como ellos, que se meten a juzgadores de otros, a ponerle bozal a partidos políticos y ciudadanos.

Pero eso no tiene nada ni de extraño ni de nuevo: es la práctica usual en las dictaduras, desde Hitler hasta Fidel Castro, pasando por Trujillo, Duvalier, Pol Pot y Drácula.

En un despotismo, cada súbdito está obligado a reportar lo que sus amigos, parientes, compañeros de trabajo o de estudios, vecinos y hasta transeúntes hacen, dicen o inclusive piensan. Y como no hay reglas de lo que se tolera o no debe pasar, todos se extreman en el rigor de sus pesquisas, prefiriendo pecar por exceso que por falta de celo, pues eso puede acarrearles acusaciones y castigos.

Es natural que eso sea así. En los primeros días del actual y fracasado régimen, empleados de ministerios y dependencias reportaron la instalación de cámaras y micrófonos en las distintas dependencias, para oír lo que la gente decía, evaluar “su lealtad”. Como en la novela orwelliana, el Gran Hermano te está mirando (Big Brother is watching you), así tú debes también colaborar con él para reportarle lo que pueda haber escapado a su atención.

En un mundo amenazado por terrorismo y víctima de espionaje industrial entre otros problemas, es natural que todos los estados vigilen a grupos e indivíduos, en ocasiones pasando por encima del derecho a la intimidad. Es explicable que haya gobiernos que vigilen a alguien como la Roussef del Brasil por su pasado conspirativo, pero cuesta justificarlo en el caso de Angela Merkel, que pasó gran parte de su vida vigilada, como todos en la Alemania comunista, vigilada por la infame Stasi. Y los alemanes se ven forzados a vigilar de manera permanente a musulmanes radicales capaces de perpetrar actos terroristas dentro o fuera del país.

¿Hay algún impedimento para celebrar este matrimonio…?

Lo que pretende el TSE, multar a los medios por lo que otros publican, constituye una doble persecución, además de ser un asunto subjetivo determinar en esa materia si algo es “impropio” o no lo es.

¿Cómo puede un editor censurar un escrito trayendo a luz que uno de los candidatos le puso una bomba al auto de un funcionario, matándolo, si toda la gente sabe que es cierto? O recordar el asesinato de un excanciller el propio Día de la Madre, después que la madre de la víctima pidiera por su vida la noche anterior?

¿Cómo va a censurarse una publicación donde se critica la práctica de muchos funcionarios de un partido político de meter a sus parientes en puestos públicos sin méritos para desempeñarlos?

En los matrimonios católicos, el sacerdote oficiante pregunta a la congregación si sabe de algún impedimento para que la unión no tenga lugar, lo que es una manera de proteger a uno o a los dos contrayentes de sufrir sorpresas desagradables o potencialmente destructoras.

La advertencia sirve a una familia, como descorrer el velo de las actuaciones delincuenciales de personas que se presentan como idóneos para influir o determinar el bienestar o ruina de una nación, es todavía de mayor valor, de enorme importancia. Y lo que hace el TSE más que abona las sospechas de juego sucio.