Si no creen en Dios y la moral, menos creerán en los mercados

Como señala la denuncia de ANEP dada a conocer el viernes, "Alba no está haciendo más grande el pastel de la riqueza y, por lo tanto, no está ayudando al crecimiento del país..."

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elsalvador.com

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2013-10-27 8:00:00

Toda práctica económica que violente, altere o anule los mecanismos de mercado, de la libre competencia, impone costos ilegítimos sobre un conglomerado, favores que un gobierno concede a unos pocos pero que los paga toda la colectividad.

Eso, señala ANEP, es el problema de ALBA, un consorcio de negocios que está levantándose sobre privilegios de distinta naturaleza, de controles que se exigen a sus competidores pero de los que ellos están exentos, de decisiones ministeriales y de adjudicaciones a dedo, como se viene haciendo también con empresas brasileñas.

Se propicia el tráfico de influencias, posibles sobornos, actos de fuerza.

Como señala la denuncia de ANEP dada a conocer el viernes, “Alba no está haciendo más grande el pastel de la riqueza y, por lo tanto, no está ayudando al crecimiento del país, ya que su modo de operación se caracteriza por prácticas anticompetitivas que terminan englobando segmentos de los mercados…”.

Es demostrable con cifras mundiales que la prosperidad de un pueblo o región está en razón directa a la libertad de los mercados para operar. La agricultura más bonancible es siempre la agricultura menos regimentada o sujeta a cuotas.

Con ALBA es como si en un pueblo se autorizara el funcionamiento de una única farmacia, la que puede así manipular precios a su conveniencia, casi monopolísticamente.

A ello se suma que el conglomerado se sostiene con dinero procedente del exterior, con Dios sabe qué condicionamientos, que en todo caso se imponen a espaldas de los intereses del país.

Su última gracia es destrozar las calles capitalinas

El grupo de poder que manipula ALBA, el Partido Comunista, pasó de la denuncia sobre “privilegios” a la cruda imposición de ventajas a su favor. Lo hacen porque son “dialécticos”, vale decir que sus posturas se toman de acuerdo con la particular conveniencia o inconveniencia que tengan o crean tener. Si no creen ni en Dios ni en los principios morales ni en la razón, menos van a creer en los mecanismos de mercado o en la libre competencia.

Obviamente creen dialécticamente en lo de “primero yo, luego yo y por último yo” por ser la encarnación del pueblo, no del pueblo sufrido que se maneja como masas útiles, sino del pueblo concebido por Marx y Stalin.

ANEP enumera los casos más flagrantes de auto-otorgados privilegios o de costos y restricciones impuestos a otros para nivelarse.

La cúpula gremial cita el caso de aviación civil: primero se plantea una política de “cielos abiertos” para luego proceder a restringir la formación de precios de las aerolíneas que sirven al país y más adelante a anunciar una línea de bajo costo; se amarra a unos y se empuja a otros, sin gran consideración a lo que puede ser la seguridad de esos vuelos.

Y así, uno tras otro, los negocios que van estableciéndose con el subsidio chavista, subsidio que no se consulta con los venezolanos. El subsidio es una forma de dumping, de operar con costos superiores a los precios, cubriéndose la diferencia con esas transferencias.

Los costos para la gente de lo que viene sucediendo son obvios: los destrozos causados por el SITRAMSS al desenvolvimiento económico y social de la capital; la quiebra virtual del país, que ya no logra pagar deudas o llegar a finales de año; el ruinoso estado de los servicios públicos…