¿Es que antes de la guerra no hubo discusión pública?

En los tiempos que antecedieron a la guerra hubo quienes escribían, defendieron posturas y argumentaron contra mucho de lo que estaba sucediendo en el país, pero o se les trató de ignorar o los asesinaron

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elsalvador.com

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2013-09-11 6:00:00

Dejemos que el pasado sea pasado y aceptemos por un momento que, “de haber hablado entre nosotros”, se pudo evitar la guerra de los Ochenta, como insisten algunos jóvenes.

Ok, pero traten de hablar, en estos momentos, con los que promueven Petrocaribe, con los cabecillas de las maras, con el Ejecutivo sobre los productores, con al Assad para buscar una salida humanitaria al horror que está diezmando a Siria, con algunos sectarios sobre la necesidad de realizar transfusiones de sangre a ciertos enfermos.

Hablar con las paredes…

“Hablar”, en el sentido de presentar argumentos y defender posiciones o una tesis, es lo que día a día hacemos los editorialistas y articulistas en los medios de difusión, en especial en los Diarios: se exponen argumentos y, al hacerlo, se invita a otros a rebatirlos, a señalar errores en ellos, a aceptarlos o complementarlos.

En la Asamblea hay quienes hablan y quienes pretender hablar pero que votan de acuerdo con la línea dictada.

En los tiempos que antecedieron a la guerra hubo quienes escribían, defendieron posturas y argumentaron contra mucho de lo que estaba sucediendo en el país, pero o se les trató de ignorar o los asesinaron, como la tragedia de cinco intelectuales de bien que defendieron la democracia, la moral y la sensatez en estas páginas.

La democracia sólo prospera y arraiga cuando hay debate libre y, además, quienes intervienen aceptan la primacía de la razón y el Orden Moral. Hablar por hablar no tiene sentido cuando se rechaza la lógica o se pretenden ignorar hechos o experiencias.

Vamos a recordar lo que en su momento impactó en gran medida a la opinión pública: el foro sobre la Reforma Agraria promovido por los partidos políticos, el gobierno de entonces y otras fuerzas, con la idea de imponer el esquema sobre El Salvador.

Los partidarios de cogerse las tierras y repartirlas perdieron los debates e inclusive la votación final; tres años más tarde los radicales secuestraron y asesinaron a uno de los líderes del sector agrario. Fue a partir de entonces que se desató el terrorismo y, en seguimiento, el ataque armado contra el país.

¿Se pudo “hablar” con los que luego ametrallaban vacas?

Los movimientos fanáticos, sean talibanes o comunistas o sectas religiosas, siempre presentan varios frentes: uno de ellos es el del “diálogo” para adormecer a los tontos útiles, otros son los irreductibles para justificar luego los excesos, otros son los aliados subterráneos. En casi todos los casos están dispuestos a “hablar” para reagruparse y ganar posiciones, como se dice que sucede ahora con la tregua de los pandilleros y han venido haciendo los de Hezbollah, en el Líbano.

¿Se pudo “hablar” en la Década de los Setenta con los mismos que poco tiempo después hasta vacas ametrallaron y ahora compran diputados para aprobar préstamos que son parte del botín?

¿Ha servido de algo lo que se dice, escribe y expone para cambiar políticas y actitudes que están llevando al país a la ruina?

La discusión es esencial en las sociedades libres, pero siempre que haya reglas claras y se respeten los derechos de todos.

Las cosas cambian cuando se ofrece acatar el orden democrático pero una vez alcanzado el poder, como Hitler en los años Treinta o Chávez, en Venezuela, se dinamitan las instituciones y se impone la dictadura “les guste o no les guste”.