¿De qué tratan las campañas? Pues de ofrecerlo todo, todo

La memoria política de los pueblos es de días o minutos; pronto se olvidan de los horrores perpetrados, los saqueos sin nombre, la sangre derramada, lo que dijeron y pretendieron en su momento

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El jugador de Manchester United, Rio Ferdinand, festeja un gol contra Swansea en la liga Premier. Foto EDH / AP

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2013-05-15 6:00:00

De la noche a la mañana personas que amenazaban, imponían a rajatabla sus caprichos y cargaban con oscuros historiales se han vuelto razonables, simpáticos, prometen de todo, sonríen siempre y hasta se hincan en iglesias y templos.

Estamos en plena campaña presidencial pese a las claras prohibiciones de la ley al respecto.

Simular lo que no se es “is the name of the game”, de lo que tratan las campañas políticas. Fidel Castro bajó de la Sierra Maestra con un medallón de la Virgen de la Caridad del Cobre colgado de la nuca, lo que confortó a los pobladores de Cuba, que lo vitoreaban en aquella larga marcha hacia La Habana.

La mayor parte de tales meneos están anclados en una condición humana inconmovible: que la memoria política de los pueblos es de días o minutos; pronto se olvidan de los horrores perpetrados, los saqueos sin nombre, la sangre derramada, lo que dijeron y pretendieron en su momento.

Y la mejor manera de halagar a grandes sectores de votantes es prometerlo todo: habrá salud, alegría, empleo, inversiones. Se respetará a las gremiales, gozaremos de plena libertad para decir y criticar, habrá transparencia y honestidad.

Y la mejor manera de demostrar la voluntad de concordar, de estar pensando distinto lo del pasado, es tener acercamientos con grupos y sectores que antes se atacaban. Pero nadie garantiza de que esos gestos de buena voluntad sean legítimos, que se tiene el deseo de superar el ayer confrontativo.

Sólo conocemos de un gobernante que haya cumplido su promesa clave: prometió “el cambio” y, “cambio”, sí que lo hay a manos llenas: de ser un país que iba hacia arriba, estamos ahora en caída libre; de servicios públicos modestos, hemos pasado a servicios desastrosos; de dificultad para conseguir empleo, a la calamidad laboral; de impuestos altos, a un saqueo desalmado; de poca obra en los últimos años, a nula obra.

Muchos agobiados ciudadanos

con facilidad muerden el anzuelo

Luis Mario, excelente articulista, señala el notable cambio del candidato rojo de cara al sector productivo nacional. De ser un abierto crítico a la actividad privada, a los emprendedores nacionales, promete concordar con ellos, nombrarlos en entidades claves para conocer sus criterios e incorporar sus ideas a lo que sería su gobierno. Ofrece reunirse con ANEP, que va a facilitar el trabajo de empresas y gremios. Hay que promover la armonía y el entendimiento.

Las palabras se las lleva el viento, más las de un dirigente político que se mantiene al mando de su agrupación desde hace muchos años. Nunca, ninguno de sus seguidores disputó ese mandato, el que, además, goza del apoyo del castrismo cubano.

Lo que en una sociedad abierta no cabe, dirigencias a perpetuidad, es lo normal en las agrupaciones radicales de izquierda y en los regímenes dictatoriales.

Es también comprensible que tantos salvadoreños agobiados por la delincuencia, por una economía que va en descenso, por los costos de manutención, por la inseguridad y pesimismo general, caigan con facilidad en promesas del momento. Pocos recuerdan pasados ofrecimientos que no se cumplieron; de buena fe dan crédito al que los visita, los arenga y les pinta maravillas de lo que será todo cuando ellos lleguen al poder.

Durante la campaña pasada se ofreció desde la gran fábrica de empleo hasta “ciudades de la mujer”, excelentes servicios de salud, agua, seguridad personal, transparencia.