Siguen bajando las calificaciones crediticias del país

En adelante costará más a El Salvador y a sus instituciones adquirir préstamos, lo que afecta de manera negativa y en alto grado la posibilidad de que la gente pueda comprar sus viviendas

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William Osorio al salir de la reunión en el estadio Quiteño donde se le notificó su separación de FAS. Foto EDH/ Víctor Zelada Uceda

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2013-05-28 6:02:00

Como en casi todo lo relacionado con el manejo de dinero y crédito en el país, la calificadora de riesgo Fitch bajó el rating de Fonavipo después de que la entidad no pudo pagar un vencimiento de diez millones dólares y tampoco “el Estado” respondió por la obligación, lo que pone en duda el crédito no sólo de Fonavipo, sino también de otras cuatro entidades financieras oficiales.

La insolvencia de Fonavipo se lleva de encuentro al Banco de Fomento Agropecuario (BFA), al Banco Hipotecario (BH), al Fondo Social para la Vivienda (FSV) y al Banco de Desarrollo de El Salvador (Bandesal).

En la realidad, es El Salvador entero el que, por obra del “gobierno del cambio”, pierde crédito, credibilidad y sostenibilidad. El grave endeudamiento en que ha caído, endeudamiento para despilfarros y para el sostenimiento de la nueva clase política, pues no hay obra de significado realizada (fuera del recarpeteado del tramo de carretera que pasa por Los Chorros), algo que justifique el baile en que han metido al país.

No es difícil sacar las obvias conclusiones del caso: en adelante costará más a El Salvador y a sus instituciones adquirir préstamos, lo que afecta de manera negativa y en alto grado la posibilidad de que la gente pueda comprar sus viviendas. Si las cosas iban muy mal con el despanchurramiento de pomposos proyectos como Nuevo Mejicanos, esos terrenos en abandono, ahora nos encaminamos a una virtual paralización de programas de viviendas.

¿Por qué fracasó Fonavipo con casas que están sin vender? Se pide investigar lo que se pagó por los terrenos adquiridos, establecer si ese costo corresponde a precios de mercado. Pero no necesariamente tiene que haber mano peluda, pues los altos costos pueden ser consecuencia de la inepcia, la incapacidad de quienes dirigen los programas, los consabidos designados a dedo.

Y es que para que haya casas no es suficiente anunciar un programa, tomarse fotografías y hacer propaganda, sino que todo se debe llevar a cabo vía eficiencia en administrar y ejecutar labores especializadas, como es la edificación de cientos de viviendas de una sola vez.

Construir es difícil, destruir es cosa de días o semanas

Edificar cientos de casas es equivalente a desarrollar urbanizaciones grandes, lo que es un proceso productivo igual, a grandes rasgos pero con sus obvias particularidades, a fabricar materias primas o partes automotrices. Los que ejecutan esos proyectos han llegado por méritos y experiencia, no por ser “meritócratas” designados por conveniencia, parentesco o militancia política.

Como se dice, construir una catedral es labor de siglos, pero echarla abajo es cuestión de días. Consolidar el crédito de un país es una labor ardua, es ir ganando credibilidad a lo largo de los años, asentar una buena reputación.

Por el contrario, con unos cuantos casos como el de Fonavipo se echa abajo casi de golpe la imagen de honestidad y responsabilidad que se haya ganado. Y recuperarlo es otra labor titánica. El presente régimen está dinamitando la solvencia y credibilidad ganadas, lo que fue hasta hace poco un patrimonio de todos y lo que en el pasado permitió que se pudieran hacer obras de beneficio público.

El crédito, repetimos, es una condición que beneficia a todos los salvadoreños cuando es bueno, y que perjudica a todos los salvadoreños cuando es malo. El actual régimen se lo ha acabado.