Andar repartiendo dinero no es “obra” que beneficie

Obras son las que benefician a quienes las hacen, las construyen y ponen en funcionamiento, como también benefician a los que de ese momento en adelante las usen, como un nuevo camino

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El candidato Antonio Saca inauguró ayer otra Casa Unidad en la colonia Montreal, en Mejicanos. foto edh / jorge reyes

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2013-04-02 6:00:00

El régimen se vanagloria de sus “programas sociales” los que, a su vez, el candidato rojo ofrece continuar y además “defender”. Pero repartir semillas, dar zapatos y uniformes o entregar dinero a viejos no son “obras” en el sentido pleno y correcto de la palabra, sino dádivas insostenibles en el tiempo.

Es claro que “la caridad comienza en casa” y los primeros beneficiados con los repartos de dinero son, después de la familia real, la elite política que, entre otras prebendas, hizo que la Asamblea les pagara el viaje, un viaje privado, a la reunión del Foro de Sao Paulo, el cónclave de los resentidos sociales hispanoamericanos.

Obra es una cosa, repartos son otra. Obra, y la mayoría así lo entendemos, es lo que queda en el tiempo, lo que beneficia a una comunidad y a un país, lo que, en la mayor parte de casos, puede tocarse con las manos y verse con los ojos. Cuando se inaugura un sistema de bombeo de agua o un puente, la comunidad puede mirar eso y usarlo, además de que se coloca una placa conmemorando el hecho (con la esperanza de que no llegue un energúmeno a destruirla con una almádana).

Obras son las que benefician a quienes las hacen, las construyen y ponen en funcionamiento, como también benefician a los que de ese momento en adelante las usen, como un nuevo camino, una escuela reparada o una clínica.

El problema de repartir dinero es que se trata de un acto insostenible en el tiempo, que no deja nada perdurable, pero que tampoco se puede fiscalizar, darle seguimiento, asegurarse de que los cien mil dólares se entregaron, lo que es muy difícil, inclusive para los regímenes u oficinas que llevan a cabo la regaladera.

Hay que defender el atol que se da con el dedo

Vamos a poner un ejemplo de los problemas que pueden surgir inclusive en países que no son del Quinto Mundo como está sucediendo a los salvadoreños. Actualmente la jueza Mercedes Alaya procesa a miembros de la Junta de Andalucía (socialistas) de España por un sujeto que durante años estafó a la sociedad, pagando salarios y prestaciones a empleados y funcionarios inexistentes, “fantasmas”.

¿Quién asegura que existieron diez mil bolsas de semilla y que en efecto se repartieron a diez mil campesinos y no a diez mil correligionarios o se vendieron? ¿O los cheques entregados a personas de la tercera edad, de carne y hueso, y no a imaginarias? Una comunidad puede dar fe de que el puente efectivamente fue reparado, que hubo compra de materiales, que se emitieron cheques para planillas, etcétera, documentos y actos administrativos que puede luego la Corte de Cuentas revisar (en caso de que los magistrados de la misma no pertenezcan al partido oficial).

¿Pero repartos de dinero? ¿Y además repartos hechos por argollas insaciables?

Como el espíritu del tiempo es que “nos den algo” y en la campaña pasada los rojos se levantaron con los pobres taxistas prometiéndoles que no iban a pagar por la gasolina, ahorita todos los candidatos ofrecen de todo. Pero está el caso del alcalde Quijano que también dice que va a mejorar esto o aquello, pero al mismo tiempo promete cosas tangibles y de gran beneficio a la colectividad como los nuevos lugares de esparcimiento, erigidos sobre bóvedas en varias comunidades, obras que de veras lo son.

A la inversa, el Ejecutivo pide que se defiendan los sueños y el atol que da con el dedo.