¿Oyeron el gran cuento del testigo asesinado en la cárcel?

El espanto es que la matanza de testigos no sólo toca a sujetos que buscan una reducción de sus penas, sino también a personas inocentes que estaban en el lugar donde ocurrió una masacre

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elsalvador.com

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2013-03-04 6:02:00

La matanza de testigos y colaboradores de la ley se ha convertido en parte del drama humano de este país, a lo que se agrega la burla que son los programas de protección que las autoridades han puesto en pie.

El último caso rebasa los extremos de estas ejecuciones: un grupo de enmascarados se mete por la puerta trasera de una delegación de la policía, llega a la bartolina donde se encontraba un reo que en apariencia estaba colaborando con las autoridades, lo acribillan a balazos, al único agente que se encontraba en el lugar “se le encasquilla su arma” pero no lo matan y los criminales se van tan campantes.

Dejar una puerta abierta, o fácil de abrir, se concibe en niños irresponsables, pero no en personal policial. En 1453 Constantinopla, se sabe, cayó ante los turcos porque alguien olvidó cerrar una de las puertas del inmenso muro que protegía la ciudad.

Los demás policías de la delegación salieron, todititos, a atender una llamada que ellos luego califican como “falsa”. Todos salieron, menos aquel a quien se le encasquilló el arma.

Vienen luego las declaraciones de las autoridades policiales: dicen primero que era un testigo protegido, luego que no lo era, luego que sí, que lo era y, además, lo identifican como pandillero con varios asesinatos en su haber.

Dejen la fiesta y protejan a testigos y colaboradores

El espanto es que los criminales no sólo atacan a sujetos que buscan una reducción de sus penas, sino también a personas inocentes que estaban en el lugar donde ocurrió una masacre, o eran vecinos de los muertos, o vieron cuando el pandillero mató a la dueña del negocio que no pagó la extorsión, o reconocen a uno de los hechores… pero, a partir de ese momento no sólo el testigo queda en grave riesgo sino además toda su familia, por lo que los “programas de protección de testigos” sirven de muy poco en un país donde a ciertos niveles y en muchas zonas, todo se arregla matando gente, como en tiempos de la guerra de liberación.

Se ha vuelto usual, en esta tierra del teatro del absurdo, que jueces de un proceso obliguen al o los testigos a quitarse las máscaras que les protegen y ponerse de cara al público. Eso sin duda para asegurar los “derechos humanos” de descuartizadores, homicidas, extorsionistas, violadores y resto de la fauna. No hace mucho tiempo, a un pobre hombre lo acribillaron después de que el juez lo obligó a encarar a los delincuentes y no se descarta que empleados de los juzgados pasen la información a los abogados defensores “a cambio de gentilezas”.

Es desafortunado que los diputados estén demasiado ocupados con sus querellas políticas, su plan de comida gourmet y los meneos propios de los períodos electorales, para entrarle de veras a las matanzas y a la amenaza sobre los testigos, que en parte se puede minimizar dando validez penal a lo que ellos declaren bajo juramento y doblar las penas de individuos en cuyos casos asesinen a un testigo.