La bondad de Dios nos regala con gran abundancia de agua

Es obvio que el actual régimen, tan prolijo en ocurrencias y desplantes, no da al tema del agua atención alguna, aunque sí están elaborando la usual regimentación, cargas y sanciones por su uso

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Mardoqueo Henríquez es el único sobreviviente al último partido entre la Selecta y Ecuador. Foto EDH/Archivo

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2013-03-21 6:02:00

El agua es vida, alegría y verdor pero asimismo amenaza, aniquilación y, al faltar, desolación y desesperanza.

Hoy, Día Internacional del Agua, nos debe alegrar el ser bendecidos con agua en gran abundancia y entristecer profundamente por el casi total descuido en que se encuentran ríos, vertientes, quebradas y fuentes, al prácticamente no haber en el territorio reservorios fuera de los embalses de las presas hidroeléctricas.

La creciente desertización del país, uno de los efectos más perniciosos de los sucesivos robos y repartos de tierras que arrancan en la Década de los Setenta con la Ley de Avenamiento y Riego, para culminar con la reforma agraria impuesta por el carterismo, destruyeron la capacidad de agricultores, agroindustrias y comunidades para proteger el suelo y cuidar las laderas. La tierra cayó en manos de jornaleros (no de campesinos y agricultores en pequeño) que arrasaban con los pocos árboles que encontraban para venderlos como leña.

Y pese a que las ladrilleras que usan madera como combustible son las causantes de las tres cuartas partes de la deforestación, de la tala por depredadores furtivos, nada se hace para prohibir y perseguir tal flagelo.

Es aleccionador recordar lo sucedido con la Ley de Avenamiento y Riego: para parcelar la tierra en beneficio de “campesinos”, se dispuso canalizar el río Sucio, con lo que se construirían redes de canales para regar la zona. Pero los muy inteligentes que dirigieron y diseñaron el proyecto no tomaron en cuenta que la maravillosa humedad del subsuelo se debí a que una capa de arcilla formaba el enorme recipiente natural que hacía posible contar con el rico manto freático afamado por todos.

Y sucedió lo inevitable, lo que ocurre, como ejemplo, cuando se perfora el jarrón de plástico y todo el líquido que contiene se sale por la fisura.

Las aguas de Zapotitán se fueron a estratos más profundos, desconocidos, acabando con la humedad y rompiendo, además, los ciclos biológicos de insectos y pequeñas especies, lo que ha dado lugar a los mosqueros que afligen a los pobladores del lugar.

La red de canales que iba a formar la estructura de riego está allí abandonada.

Quién no cuidaría con todo celo el agua que recibimos

Es obvio que el actual régimen, tan prolijo en ocurrencias y desplantes, no da al tema del agua atención alguna, aunque sí están elaborando la usual regimentación, cargas y sanciones por su uso, que es su marca. Además para solucionar el abastecimiento, lo que hacen es ir más lejos a recoger el agua o perforar más profundo, esto en un país donde llueven anualmente más de dos metros de agua.

¡Qué no darían los israelitas, los de Qatar, o los paraguayos por contar con un régimen de lluvias como el que Dios regaló a El Salvador!

El agua cae sobre nuestro territorio y corre, sin obstáculo, arrasando, hacia el mar, fuera del agua que, como dijimos, se embalsa en las represas.

Sucede porque en ningún momento se ha pensado en construir reservorios, o siquiera diques de tierra y piedra a lo largo de quebradas y ríos para contenerla, darle tiempo de que se filtre al subsuelo y, en tal forma, reabastecer los mantos freáticos del territorio. Ese sería un excelente punto para la plataforma electoral del alcalde Quijano, que tiene los alcances para entender el problema que se sufre.