La condición humana y la pública confesión de Lance Armstrong

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Adam Blackwell, subsecretario de Seguridad de la Organización de Estados Americanos (OEA) visitó ayer el penal de Mariona. Foto EDH / EFE

Por Por Ricardo Chacón *

2013-01-19 6:00:00

Transcribo las primeras preguntas que hizo a rajatabla, como debe de hacerse en estos casos, la famosa entrevistadora estadounidense, Oprah Gail Winfrey, a Lance Edward Armstrong, probablemente el exmejor ciclista del mundo y ahora el ciclista dopado más famoso del mundo:

Pregunta: ¿Alguna vez tomaste sustancias dopantes prohibidas?

Respuesta: Sí

Pregunta: ¿Alguna vez consumiste EPO?

Respuesta: Sí

Pregunta: ¿Te hiciste transfusiones de sangre?

Respuesta: Sí

Pregunta: ¿Utilizaste testosterona, cortisona y hormona del crecimiento?

Respuesta: Sí

Pregunta: ¿Usaste sustancias prohibidas o transfusiones en todas tus victorias en el Tour?

Respuesta: Sí

Pregunta: ¿Es posible ganar el Tour de Francia sin doparse, en siete ocasiones seguidas?

Respuesta: No

Pero hay una serie de preguntas que hizo Oprah con bastante fineza y de manera punzante que me impresionaban y que buscaban indagar las causas del dopaje

Respuesta: Toda mi vida crecí sintiéndome amenazado y siempre he peleado… Me dopé por mi instinto insaciable de ganar, de ganar en todo. Esa arrogancia, esa actitud, al final no la puedo negar ni esconder…

Estas fueron las respuestas del probablemente ciclista más premiado en la historia de este deporte; luego de muchas idas y venidas, de haber sido despojado de la mayoría de sus laureles, de reclamársele los millones de dólares ganados, de habérsele expulsado de fundaciones humanitarias, decidió “confesar” ante la sociedad que entre los años 1998 y 2005 no sólo tomó drogas ilícitas que le permitieron permanecer en el podio de los ganadores, sino también mintió de manera reiterada ante la justicia y la opinión pública al negar, una y otra vez, haberse dopado.

Luego de ver la entrevista, que se encuentra en el sitio web del periódico colombiano “El Espectador”, me salta la primera interrogante: ¿Por qué confesarse ante Oprah? La respuesta me parece que está relacionada con la “expiación”, en su sentido más exacto: “Purificarse de las culpas mediante algún sacrificio, cumplir con una pena autoimpuesta”. Y qué mejor camino que hacerlo ante los medios de comunicación, ante una presentadora de gran prestigio que no solamente muestra el caso a profundidad, con todo el profesionalismo, sin olvidar el “show” como lo hace Oprah, sino además buscar el camino de la “redención” a través del conjunto de los aparatos de comunicación que le dieron la fama y el prestigio ganado en las diferentes competencias.

Sin embargo, las cosas son más complejas y complicadas. En la sencillez de una explicación primera, nos permite entender no sé si el arrepentimiento ante el error o el horror de la mentira permanente, pero sí decirlo “a los cuatro vientos”, el pecado que por años fue obviado por los mismos medios que fueron engañados.

En otro sentido, y esto también es complejo y difícil entender, cómo la “fama, el éxito, el poder, el dinero fácil y sencillo”, sin importar el método para alcanzarlo es una tentación de hombres y mujeres que a diario se encuentran con los fetiches y los falsos ídolos, que son exaltados por haber alcanzado la cima por los caminos del bien, de la honradez, de la sencillez, del camino que deben transitar los hombres buenos, de sentimientos nobles, regidos por valores y principios.

Permítanme unas palabras en torno a Oprah, quizá una de las mujeres negras más influyentes en Estados Unidas, crítica literaria, actriz y sobre todo conductora de un programa de televisión de comentarios (talk show) mejor cotizado e importante en ese país; se trata de una mujer inteligente, perspicaz y sin pelos en la lengua, que puede preguntar y desarrollar los temas, sin perder la seriedad, la sonrisa y, en algunos casos, hacer bromas, para alcanzar el fondo de los problemas que aquejan a las personas del Siglo XXI, donde la tecnología está a la orden del día, donde la educación ha avanzado grandemente, donde conocemos a diario la ilusión de los falsos éxitos, pero seguimos siendo y teniendo la condición humana que Honorato Balzac coloreaba en sus novelas.

No me extraña, sin olvidar el poder mediático donde se maneja esta presentadora, que Armstrong la haya escogido para confesar y expiar sus pecados.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com