Tres profundos lemas

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elsalvador.com

Por Jorge Alejandro Castrillo

2018-05-25 9:44:18

La semana anterior había estado lloviendo en Washington D.C., pero ese domingo el sol amaneció muy contento. O muy enojado. Lo cierto es que sus rayos iluminaron y calentaron fuerte esa mañana. Los organizadores —que, en verdad, saben organizar—enviaron muy temprano un mensaje en el que confirmaban que el acto se llevaría a cabo en el amplio jardín de entrada (tenían dispuesto otro local por si llovía) advirtiendo que el suelo estaba fangoso. Esa decisión nos ubicó frente al emblemático edificio “Healy Hall” que sirvió como telón de fondo del acto de graduación y permitió que gozáramos de esa bella arquitectura y sus peculiares gárgolas pintadas de verde. (Disfrútelo usted en www.youvisit.com/georgetown) “Hombre prevenido vale por dos”: llevé mi paraguas retráctil que, si bien no nos guareció de lluvia alguna, sí de los intensos rayos solares.

Aprecio los buenos lemas, frases que logran expresar, bien y bonito, la misión de una organización. El primero que encontré a los pocos minutos de haber entrado, “Ad Maiorem Dei Gloriam” (AMDG), me hizo sentirme acogido en aquellos ambientes de la Georgetown University (GU) donde, según la película de inicios de la década de los 70, el demonio encontró en el padre Karras a un tenaz y hábil enemigo que lo expulsó del cuerpo de la niña de 14 años que era entonces la actriz Linda Blair. Otra pareja de emocionados salvadoreños que, puntualísimos ellos, llegaron media hora antes, habían reservado sillas en el lugar preferencial que consiguieron, con agradable sombra de árbol incluida (el que aparece en la esquina inferior izquierda de la foto si visita el sitio web sugerido).

Es tradición en GU, una vez los graduandos han desfilado y tomado sus sitios, iniciar las ceremonias de graduación (Commencement) dando lectura a la resolución del Congreso de 1789 mediante la cual se autorizó el funcionamiento de la Universidad con la potestad inherente de expedir los títulos correspondientes. ¡1789, el mismo año de la Revolución Francesa! Tal coincidencia me hizo imaginar a Mr. Benjamín Franklin, embajador de los Estados Unidos en Francia durante esa época, paseando por estos mismos jardines. Durante el discurso de apertura, al explicar la inspiración ignaciana de la universidad, el presidente de la GU aludió al segundo lema “Men and women for others”. Nadie puede saber si todos los graduandos hicieron suya la profundidad de esa frase, pero a quienes respetamos el arte y la ciencia de esculpir personas, formar “hombres y mujeres para los demás” dota de total sentido ese delicado trabajo que toma años: educar.

Como oradora principal, Eleanor Holmes Norton, a quien la universidad distinguió al inicio de esa ceremonia con un Doctorado Honoris Causa en Leyes, en reconocimiento a una vida profesional dedicada a la defensa de importantes causas sociales. Catedrática de GU, ella es delegada por el Distrito de Columbia (D.C.) ante la Cámara de Representantes. En su emocionado discurso, la representante Holmes, con ejemplos recientes de la historia de Estados Unidos, resaltó a los graduandos la importancia de conducir su vida profesional en atención al lema de la Escuela de Leyes de GU: “Law is but the means, Justice is the end”. “A partir de este día, ustedes serán siempre abogados —les dijo— compórtense como tales en un mundo que está pidiendo a gritos justicia. Incidan, lideren, hagan la diferencia. Les aseguro que si mantienen la justicia como su objetivo final, el derecho como su instrumento y la honradez como su estandarte, no solo dormirán tranquilos por la noche, sino que dejarán su marca en la sociedad. Una sociedad que necesita voces valientes, educadas, solidarias: sus voces. Tengo la convicción, pues hemos trabajado para ello, que es lo que entregamos hoy a la nación: hombres y mujeres para el servicio de los demás”. Atronadores aplausos.

Georgetown no es solo la más antigua universidad católica de los Estados Unidos, es una de las mejores universidades de ese país. Su escuela de leyes se ubica regularmente entre las primeras quince mejores en los rankings universitarios, lo que se dice fácil pero no es poca cosa. Esa mañana presenciamos el acto que graduaba alrededor de mil jóvenes. No sé cuántos estadounidenses, pero estoy seguro que varias decenas de orientales, de indios, de africanos, de europeos, de hispanoamericanos. Entre todos, este año, una sola salvadoreña. Feliz como nadie que haya conocido nunca, nos regaló satisfacción y orgullo tan grandes al subir al podio enfundada en toga y tocada con birrete para recibir su diploma, que trocó cuatro horas bajo el sol ardiente en un deleite. Éxitos y felicidades en tu vida, Francesca. Ruego a Dios que te dé las fuerzas requeridas para conducir siempre tu vida en apego fiel a esos tres profundos lemas.

Psicólogo y
columnista de
El Diario de Hoy