Masculinidad en crisis

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elsalvador.com

Por Cristina López

2018-05-20 6:01:57

Hay noticias que suenan tan fuerte que trascienden fronteras. Este fue el caso de la golpiza en el interior del Colegio Highlands, que capturó la atención de las redes sociales salvadoreñas con opiniones diversas: que la violencia no distingue entre clases, que golpizas así pasan con bastante frecuencia en El Salvador pero solo capturan la atención pública cuando la víctima tiene cierto nivel de estatus económico, que si había hipocresía en el hecho de que el colegio fuera católico. Sin embargo, demasiado poco se dijo sobre la aparente crisis de masculinidad que estamos viviendo a nivel global, diferentes sociedades con diferentes idiomas y religiones, pero con problemas bastante parecidos.

Crisis de masculinidad, no en el sentido de que “falta” masculinidad. Primordialmente, porque a veces las ideas que se les venden a los niños desde pequeños de lo que significa la masculinidad y la manera en que debe actuar y comportarse un hombre, a veces rayan en lo tóxico, sobre todo en culturas con machismo en el ADN. La llaga sangrante en nuestro país, las maras, si bien ahora son estructuras completas que incluyen mujeres y familias enteras activadas dentro de la estructura pandilleril, son un brochazo tosco de masculinidad tóxica. Pero la crisis de masculinidad tóxica va más allá de las pandillas y el machismo latinoamericano. Palpita también en los países desarrollados. En Estados Unidos, en lo que va del año ha habido más de veinte incidentes de tiroteos dentro de escuelas secundarias, con estudiantes y profesores muertos o heridos como resultado. El denominador común es que los hechores han sido hombres jóvenes, casi niños.

Las mujeres hemos tenido enormes avances en las últimas décadas. La incorporación al mercado laboral, la creciente escolaridad primaria, secundaria, y en muchísimos lugares, enormes avances en educación superior. Aunque aún quedan batallas en lo que a paridad y representatividad verdadera se refiere, nadie duda que al movimiento feminista se le debe en gran medida el impulso de botar muchísimas de las barreras estructurales que obstaculizaban la paridad. Ahora muchos caen en la tentación de culpar a ese mismo feminismo por la crisis de masculinidad que está hiriendo a tantas sociedades, pensando que se enfocó demasiado en las mujeres y dejó atrás a los hombres. En realidad es el feminismo, el que simplemente busca igualdad entre géneros, lo que podría ser el antídoto a la crisis de masculinidad.

Antídoto en el sentido que ayuda a cuestionar los límites estrechos que el machismo impone en la masculinidad. Sí, el machismo, con absurdismos como, “el que llora no es hombre,” obligando a tantos hombres a tragarse sus sentimientos. El machismo, poniendo en desventaja a tantos niños a la hora de valerse por sí mismos y ser independientes, al decirles que no es de hombres planchar, lavar, cocinar, y ayudar en el cuidado de la casa en la que viven. El machismo, diciéndoles a los niños que la manera de darse a respetar es a golpes y gritos. Que la única manera de reaccionar ante inseguridades, miedos, ansiedades y soledad es a puñetazo limpio. El machismo cobarde que embaraza para demostrar hombría, pero renuncia a la paternidad porque el cuido es “cosa de mujeres”.

Es común que se hable del rol que el bullying juega en temas como las golpizas escolares o, en el peor de los casos, tiroteos letales. Y, sin embargo, el bullying es uno de los síntomas de la masculinidad tóxica, cuando empuja a los niños a actuar como depredadores de quienes intuyen más débiles con tal de imponer “respeto”.

A ver, nadie está diciendo que todos los hombres son violentos. La mayoría, como también tantas de nosotras mujeres, solo están haciendo lo mejor que podemos en las circunstancias existentes y con las limitaciones sociales actuales. Muchos tienen una red de apoyo en familias estables y se convierten en papás presentes y participativos en los roles del hogar, como particularmente se defina. Pero muchos no. Nunca es tarde para pensar en maneras de expandir la idea limitada de masculinidad para que quepan en ella virtudes como la paciencia, la amabilidad, o la delicadeza, sin quebrantamiento alguno al concepto de hombría. Se lo debemos a los niños que vemos canalizando dolor, abandono, o inseguridad en forma de abuso de sustancias, suicidios, o violencia intrafamiliar o social. Se lo debemos a sus víctimas, que de nada tienen la culpa.

Lic. en Derecho de ESEN
con maestría en Políticas Públicas
de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg