La partida maldita

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elsalvador.com

Por Max Mojica

2018-05-20 5:50:07

No, señores, la “partida” no es secreta, es maldita. Maldita porque todo aquel que la toca acaba preso, o pasa contando los meses para que los delitos prescriban o para que la Corte de Cuentas haga lo que tan bien sabe hacer: nada.

Popularmente se le conoce como “partida secreta” a aquella parte del presupuesto asignada al Órgano Ejecutivo, para que la utilice conforme a la ley para cubrir con ella los gastos presupuestados. Una parte de esos gastos son “secretos”, porque nunca se revela cómo se utilizan ni su monto. De lo poco que se sabe es que de ahí se paga un sobresueldo a los miembros del gabinete, pero es claro que la opacidad en su manejo es tierra fértil para que se cometan abusos.

¿Es condenable a priori que exista una “partida secreta”? La respuesta es NO. Todo presidente de un país democrático y civilizado debe tener cierta capacidad para realizar gastos discrecionales en materia de seguridad o de emergencia nacional, los cuales no deberían estar sometidos a los cálculos políticos del Congreso.

De esa misma forma no sería conveniente que nuestro Organismo de Inteligencia del Estado (OIE) revele quiénes están en su planilla, cuánto gasta en asesores o que brinde el detalle sobre cuánto gasta en informantes. Todo ello, se comprende, no puede ser del conocimiento público.

No obstante, no podemos aceptar que la partida secreta se pretenda sea manejada como la “caja chica” del presidente, como para pagar el saldo de la tarjeta de crédito de una amiga, las joyas de la primera dama o un lujoso viaje de vacaciones.

Aun así, no podemos exigir conductas simplistas, darnos baños de pureza y pedir que se elimine sin más, la posibilidad de que el presidente cuente con fondos discrecionales. La solución técnica es:

1. Sincerar el sueldo del presidente, gabinete presidencial, diputados, Fiscal General, magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Cuentas y directores generales de algunas dependencias del Estado. Todos sabemos que reciben un “sobresueldo”, el problema es que, al no estar normado dicho pago —que muchas veces se hace en efectivo— se cierne sobre los funcionarios que lo reciben, un velo de posible “corrupción”, que no beneficia a nadie y que puede empañar una honrada carrera de servicio público.

2. Se cree por ley o reglamento, una sección multidisciplinar dentro de la Corte de Cuentas, integrada por delegados del Ministerio de Hacienda, la Fiscalía General de la República y Sección de Probidad de la Corte Suprema de Justicia, a fin de que tengan a la vista los reportes de gastos presidenciales, sin necesidad de que sean públicos, y de esa forma, puedan dar su “visto bueno” a los mismos, a efecto de evitar manoseos políticos posteriores; o para proceder, al momento, con los antejuicios respectivos, si ese fuere el caso.

La verdad es que todos somos responsables de que exista la “partida maldita”: los presidentes anteriores, porque para ellos era mucho más cómodo gastar, en lo que les daba la gana, sin darle cuentas a nadie; la Asamblea Legislativa, porque todos los diputados sabían que, en sus narices, el Ejecutivo hacía “fiesta” con los dineros del pueblo, sin que —por cobardía o conveniencia— nadie se hubiese atrevido a señalar las irregularidades; la Corte de Cuentas de la República, que hace auditorias “bíblicas”: colando el mosquito y tragándose el camello, lo que le permitía entregar “finiquitos exprés”, 24 horas después de finalizado el período presidencial; y la Sección de Probidad de la Corte Suprema de Justicia, cuyos expedientes acumulan polvo, sin poder ser resueltos.

Y finalmente estamos todos nosotros que, como pueblo, preferimos que nos mientan en la cara en vez de saber la verdad; que, por hígado, rechazo a la clase política o por simple envidia, nos resistimos a la idea que un funcionario honrado y competente, tenga un salario conforme a sus competencias.

Por el bien de todos, espero que el próximo presidente le brinde solución al eterno problema de la partida maldita… perdón, “secreta”, porque si el pueblo ha aprendido algo: es que en arca abierta hasta el justo peca.

Abogado,
máster en Leyes.
@MaxMojica